Todos los años, millones de personas sufren una violación o algún otro tipo de abuso sexual. Por desgracia, las investigaciones indican que los jóvenes se hallan entre los principales perjudicados. Tan solo en Estados Unidos, la mitad de las víctimas de violación son menores de 18 años. Por tu propio bien, te conviene analizar este asunto.
“Antes de que pudiera darme cuenta de lo que estaba pasando, el tipo me agarró y me tiró al suelo. Me resistí todo lo que pude. Aunque logré sacar el gas pimienta, me lo quitó de un golpe. Intenté gritar, pero nada salía de mi garganta. Lo empujé, le di patadas, lo golpeé y lo arañé... hasta que me hirió con un cuchillo que llevaba. A partir de ahí, me bloqueé y no pude defenderme más.” (Annette)
HOY día abundan los depredadores sexuales, y muchos tienen en la mira a los jóvenes. Los agresores no siempre son desconocidos, como el que atacó a Annette. A veces son vecinos. Noelia tenía 10 años cuando un muchacho del barrio abusó de ella: “Estaba tan asustada y me sentía tan avergonzada que, al principio, no se lo conté a nadie”.
En otros casos, el agresor es un familiar. “Mi padre abusó de mí desde los 5 hasta los 12 años —cuenta una mujer llamada Carmen—. A los 20 por fin lo enfrenté. De entrada dijo que lo sentía, pero a los pocos meses, me echó de casa.”
Ya sean a manos de un vecino, un amigo o un familiar, los abusos sexuales a niños y adolescentes se han vuelto terriblemente comunes en la actualidad. Sin embargo, el maltrato a menores no es un fenómeno reciente. Ya en tiempos bíblicos había quienes trataban a los niños con crueldad (Joel 3:3; Mateo 2:16). Hoy día vivimos “tiempos críticos”, en los que se ha perdido el “cariño natural” y mucha gente se aprovecha sexualmente de niñas y niños (2 Timoteo 3:1-3). ¿Hay algo que tú puedas hacer para protegerte? Aunque no hay ningún método que garantice totalmente tu seguridad, sí puedes tomar ciertas precauciones.
Mantente alerta. Cuando salgas a la calle, fíjate bien en todo lo que te rodea. Evita pasar por lugares o zonas que tienen fama de peligrosos, sobre todo de noche. Y si tienes que hacerlo, trata al menos de que alguien te acompañe (Proverbios 27:12).
Vigila la impresión que puedes dar. Ten cuidado con tu forma de vestir y no flirtees. Algunos pueden malinterpretarte y pensar algo totalmente falso: que estás buscando sexo o que, al menos, no te importaría tenerlo (1 Timoteo 2:9, 10).
Pon límites. Si estás saliendo con alguien, déjale claro qué tipo de conducta toleras y cuál no. Y después, no te expongas a situaciones en las que corras peligro (Proverbios 13:10).
Di que no. Si tu novio se propasa o quiere hacer algo que no te gusta, detenlo con firmeza. No te calles por miedo a perderlo. Si rompe contigo, es que no valía la pena. Tú mereces un hombre mucho mejor, alguien que te respete a ti y que respete tus principios.
Cuidado cuando utilices Internet. No reveles datos ni subas fotos que puedan facilitar tu localización. Nunca respondas los mensajes de carácter sexual. Así no les dejas ninguna puerta abierta a los depredadores que rondan por Internet.
Si sigues estas recomendaciones, será menos probable que seas víctima de un ataque (Proverbios 22:3). Con todo, siempre habrá circunstancias que escapen a tu control. Puede que a veces no te quede más remedio que pasar por una zona peligrosa y que no tengas a nadie que te acompañe. Es más, puede que vivas en una de esas zonas.
¿Y si aun poniendo todo de tu parte para protegerte ya has sido víctima de algún abuso? Tal vez te sorprendió un agresor más fuerte que tú, como le pasó a Annette. O al igual que Carmen, eras tan joven cuando abusaron de ti que no supiste cómo defenderte. Es posible incluso que ni comprendieras lo que estaba sucediendo. Tras esta amarga experiencia, muchas víctimas se sienten culpables. Si ese es tu caso, ¿cómo puedes dejar de atormentarte?
¿De quién fue la culpa?
Annette todavía lucha contra los sentimientos de culpa. “No dejo de torturarme. Vez tras vez revivo aquella noche en mi mente, tratando de ver qué más podría haber hecho para resistirme. Es verdad que me quedé paralizada de miedo tras la cuchillada. Pero aun así, sigo pensando que debí hacer algo.”
Noelia se siente igual. “No tendría que haberme confiado tanto —cuenta—. Mis padres nos dejaban jugar fuera solo si mi hermana y yo nos quedábamos juntas. Pero como no les hice caso, siento que se lo puse fácil a mi vecino. Por culpa mía, mi familia sufrió mucho. Eso es lo que más me duele.”
¿Qué puedes hacer tú si te sientes igual que ellas? Antes de nada, recuerda que si te violaron, no fue porque tú lo quisiste. Hay quienes justifican una violación diciendo que los hombres son así y que la víctima se lo buscó. Sin embargo, nadie quiere que lo humillen de esa manera. Así que puedes tener la seguridad de que no fue culpa tuya.
Decirlo es fácil, pero creerlo, no tanto. Algunas víctimas se encierran en sí mismas y prefieren luchar solas contra la culpa y otros sentimientos negativos. Pero piensa: ¿A quién beneficia ese silencio? ¿A la víctima, o al agresor? ¿No crees que si alguien merece consideración es la víctima?
Habla de lo que pasó
Cierto hombre de tiempos bíblicos llamado Job sufrió muchísimas injusticias. ¿Sabes qué fue lo que lo ayudó? “Ciertamente daré salida a mi preocupación [...] —dijo él—. ¡Hablaré, sí, en la amargura de mi alma!” (Job 10:1.) ¿Por qué no hablas tú también? Desahogarte con alguien en quien confíes te ayudará a asumir poco a poco lo que pasó y a aliviar tu angustia.
Si eres testigo de Jehová, cuentas con otra ayuda muy valiosa: los ancianos de la congregación. Ellos sabrán consolarte y te harán comprender que no tienes motivos para sentirte mal, pues el pecado lo cometió el agresor, y no tú. “Una amiga me animó a hablar con dos ancianos cristianos de mi congregación —explica Annette—. Fue lo mejor que pude hacer. Se sentaron conmigo en varias ocasiones y me dijeron exactamente lo que necesitaba oír: que yo no había tenido la culpa de nada.”
Hablar con otros de lo que pasó y de cómo te sientes impedirá que la rabia y el resentimiento te enfermen (Salmo 37:8). Además sentirás un gran alivio, quizás por primera vez en años. Cuando Noelia les contó lo sucedido a sus padres, se sintió mucho mejor. “Me dieron todo su apoyo y me animaron a hablar del tema, lo cual contribuyó a que no estuviera tan triste y enfadada.” También la consoló mucho orar. “Desahogarme con Dios me resultó muy liberador, sobre todo cuando sentía que jamás podría abrirme a alguien. La oración me permite expresarme libremente y sentirme más tranquila.”
No te desanimes: existe un “tiempo de sanar”, y tú también lo comprobarás (Eclesiastés 3:3). Mientras tanto, confía en amigos leales y en los ancianos cristianos, que según la Biblia, son “como escondite contra el viento y escondrijo contra la tempestad de lluvia” (Isaías 32:2). Cuida tu salud física y emocional, y descansa lo necesario. Pero más importante aún, busca al Dios de todo consuelo, que pronto cumplirá esta promesa: “Los malhechores mismos serán cortados, pero los que esperan en Jehová son los que poseerán la tierra” (Salmo 37:9).
[Notas]
Estos abusos también incluyen la violación durante una cita, donde a veces se droga primero a la víctima.
Encontrarás más información en el capítulo 4 del segundo volumen.
Lo mismo puede decirse si es la chica la que insiste en tener relaciones sexuales.
Encontrarás más información en el capítulo 11 del segundo volumen.
Cuando las víctimas caen en una depresión grave, conviene consultar a un profesional de la salud. Encontrarás más información en los capítulos 13 y 14 de este libro.
Texto bíblico clave
“En los últimos días se presentarán tiempos críticos, difíciles de manejar. Porque los hombres serán amadores de sí mismos, [...] sin [ningún] cariño natural, [...] sin autodominio, feroces, sin amor del bien.” (2 Timoteo 3:1-3)
Una sugerencia
Algo que te ayudará si han abusado de ti es tener a mano una lista de textos bíblicos que puedan consolarte, como Salmo 37:28; 46:1; 118:5-9; Proverbios 17:17 y Filipenses 4:6, 7.
¿Sabías esto?
En Estados Unidos, más del noventa por ciento de los menores que fueron víctimas de ataques sexuales conocían a su agresor.
¡Manos a la obra!
¿Qué puedo hacer cada vez que me asalten los sentimientos de culpa? ․․․․․
¿Qué quiero preguntarle a mi padre o a mi madre sobre este tema? ․․․․․
Y tú, ¿qué piensas?
● ¿Cómo te ayudará hablar del abuso que sufriste?
● ¿Qué repercusiones podría tener en ti y en otros que guardaras silencio?
[Comentario de la página 232]
“Por muy difícil que sea, lo mejor es hablar de lo que pasó. Te ayuda a reducir la angustia y el resentimiento, y a recuperar el control de tu vida.” (Noelia)
[Recuadro de la página 230]
“si de veras me amaras...”
Algunos depredadores sexuales no son violentos. Tratan de convencer a las chicas para que hagan lo que ellos quieren. Manipulan sus sentimientos con frases como “Todo el mundo lo hace”, “Nadie se va a enterar”, o como se dijo en el capítulo 24, “Si me amaras, lo harías”. Pero, en realidad, no tienes que acostarte con alguien para demostrarle que lo amas. Los chicos que piensan así no están interesados en ti ni en tu bienestar. Solo piensan en satisfacer sus deseos. Un hombre de verdad antepone tus sentimientos a los suyos y es capaz de dominarse y respetar las normas morales de Dios (1 Corintios 10:24). Tampoco trata a las mujeres como objetos sexuales. Al contrario, las trata “como a hermanas, con toda castidad” (1 Timoteo 5:1, 2).
[Ilustración de la página 233]
Los sentimientos provocados por el abuso son muy difíciles de llevar. Habla con alguien que pueda ayudarte
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