La toma de decisiones es el proceso principal para el desarrollo y desenvolvimiento de los individuos en diferentes contextos de la vida, además, en cada edad o etapa del ser humano; este proceso de elección logra presentar diferentes alternativas para concretar un proyecto o meta, ya que la persona estará sujeta a diversas variables de acuerdo a la perspectiva de ese momento concreto en donde se encuentre.
Por lo tanto, para la toma de decisiones un individuo realiza un trabajo de definición de problemas, generación de soluciones y selección de las mismas para concretar una acción o resultado particular, pero todo este mecanismo de elección está influenciado bajo las etapas de crecimiento o razonamiento de ese sujeto.
La responsabilidad y su desarrollo en la infancia
La toma de decisiones, entendiéndolo como un transcurso inherente para el crecimiento y progreso de los seres humanos en la sociedad, comienza en la niñez durante el aprendizaje de los valores y la autonomía moral, sin embargo, en la adolescencia estos conceptos tienen mayor protagonismo, por lo que en los primeros años de vida los padres deben proporcionarles a sus hijos herramientas de enseñanzas sobre la capacidad de decisión.
Es importante que los adultos dejen de creer en la falsa idea de que los niños y niñas no tienen ninguna facultad de decisión y que sus padres deben ser los responsables de todo. A pesar de que existen ciertos límites de razonamiento en los pequeños por su edad, a medida que crecen e interactúan con el mundo pueden asimilar ciertas conductas y entender términos como “justicia” o “deber”, por lo que los representantes, maestros o tutores, necesitan motivar a los pequeños a tener autonomía y capacidad de elección.
Diversos sociólogos y psicólogos han logrado determinar que en la niñez la estimulación para que los pequeños puedan evolucionar al decidirse proviene del sistema de valores que sus familiares les demuestren o ayuden a constituir, sobre todo en la formación de la autonomía y en la creación de hábitos. Es importante que los adultos les enseñen a los niños que las emociones se deben gestionar adecuadamente para que elijan la mejor opción ante la resolución de un conflicto, siempre es recomendable que sea la que más les beneficie o sea positiva.
La toma de decisiones en los niños se desarrolla junto a la perspectiva o entendimiento que ellos alcancen sobre su autonomía, ya que la autonomía es el principal factor de madurez o desenvolvimiento social de todo ser humano. Y aunque la principal recomendación de los especialistas hacia los padres es otorgarles a los niños la capacidad de elección, todo siempre se debe hacer bajo los límites de su edad. Por ejemplo, qué desea comer, la ropa que desee llevar, entre otras responsabilidades pequeñas pero importantes para su desarrollo de preferencias y decisiones.
A medida que los niños crecen, la responsabilidad de elección puede ir variando o aumentando, ya que empiezan a manejar y comprender temas más precisos como la religión o la cultura. Asimismo, en este proceso de elección, es importante que los pequeños entiendan y afronten las consecuencias de sus actos, ya que la experiencia, el compromiso y la responsabilidad son otros términos relacionados con la toma de decisiones.
En conclusión, durante la etapa de la infancia es necesario e importante que los padres no sean sobreprotectores con sus hijos, solo deben guiar a los niños en sus elecciones y apoyarlos en sus equivocaciones, por lo que es importante que les establezcan ciertos deberes dentro del hogar, que estén dentro de los límites de su edad, ya que en toda labor surgen problemas y por lo tanto la toma de decisiones será siempre un proceso necesario.
Asimismo, es fundamental que la relación entre padres e hijos sea positiva, se trabaje la comunicación diaria y que los niños siempre puedan establecer sus intereses como prioridad para elegir entre diferentes opciones, ya que la autonomía y la independencia son características claves para el desarrollo de la toma de decisiones.
La adolescencia: la etapa difícil para la toma de decisiones
La adolescencia es un periodo crucial y complejo para la toma de decisiones, principalmente porque los individuos en esta etapa de crecimiento sufren desarrollos y transformaciones cognitivas radicales que generan sentimientos de incomodidad, tensión, impulsividad o irritación, por lo que, al elegir una opción, como, por ejemplo, sus estudios universitarios, los jóvenes pueden sentirse confundidos o inconformes.
La toma de decisiones se apoya en la autonomía y el reconocimiento, por lo que, si en la niñez los patrones de aprendizaje sobre este proceso se establecían bajo esquemas de tareas sencillas y lecciones de experiencias, en esta etapa de crecimiento los padres deben brindarles más independencia, libertad y oportunidad de criterio a sus hijos, especialmente para evitar que realicen conductas nocivas solo por rebeldía.
Los adolescentes presentan procesos internos psicológicos o físicos que pueden afectar su autoestima, por lo que muchos siguen patrones o esquemas sociales impuestos por su grupo sin realmente sentirse a gusto con las decisiones de la mayoría, por lo que es necesario que su círculo familiar o adulto lo motiven en sus aspiraciones, sueños o habilidades, para que potencie sus posibilidades ante la toma de decisiones.
La elección vocacional es el aspecto que más afecta a los jóvenes adolescentes, ya que su contexto económico, cultural o social pueden ser agentes que perturben sus verdaderos objetivos y aspiraciones, por lo que los centros educativos y universitarios deben proporcionares a los jóvenes toda la información, guía o apoyo que necesiten para que efectúan la mejor decisión.
El miedo al fracaso se presenta en esta etapa y acompaña por el resto de los años de vida a adulta a cualquier ser humano, ya que los patrones sociales convencionales han determinado como principales metas y propósitos: una profesión, el dinero y el éxito, y que todo esto debe comenzar en la adolescencia. Sin embargo, para cada persona estas epatas suceden de manera diferente, por lo que es importante que los adultos educen, a través de su experiencia, que en la toma de decisiones también hay errores y estos pueden funcionar como lecciones.
La identidad de toda persona se basa en su toma de decisiones, en cómo su propio criterio le permite desenvolverse en el mundo e interactuar con otros individuos, por lo que es necesario que la autonomía, la responsabilidad y el análisis empiecen en edades tempranas. Los padres son la principal fuente de enseñanza, al brindarles a sus hijos independencia y libertad de criterio.
A medida que los niños crecen y llegan a la etapa de la adolescencia, la importancia de sus decisiones también aumenta, llegando incluso a sentirse ansiosos al tener miedo sobre su futuro profesional, pero es importante hacerles entender a los jóvenes que la vida es un constante aprendizaje y que existen diferentes etapas de transformación y que cada humano experimenta la vida de diferentes maneras, por lo que la toma de decisiones no debe tener expectativas fijas o irremediables.