Jaque

in ajedrez •  6 years ago 

Jaque

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Abría los ojos desde la comodidad que le brindaba sus pesadas sabanas. Movía su mano entre la textura de las fibras. Sentía el peso sofocantemente seguro de su almohada sobre su cabeza. Cansado de dormir, se movía lentamente entre las sabanas, preguntándose que será del tiempo entre el sueño y el despertar. Todas las mañanas (y algunas tardes) eran iguales tiempo convenientemente malgastado. Y entre algodón babeado se conectaban las neuronas que pocas veces se apagaban ahogadas en un vaso de whiskey. Sol tras sol se prendía una luz, y cada dia tenia un brillo diferente. Hoy su habitual luz era tenue, pese a su sueño y su lado incongruente. Aquella mañana se pregunto por su amarga soledad, y su respuesta era la misma que había formulado tiempo atrás: maldito y necesitado Yo. Se amaba y odiaba tanto que constantemente se cuestionaba, y de igual manera era sus sueños. Soñaba por el hecho no despertar y no despertaba por querer soñar. Le daba miedo sus preguntas que tanto lo ayudaban y condenaban, porque sabía que siempre se retrucaban asi mismas. La intriga, el ¿Por qué?, la duda, la respuesta, la intriga…
Tardo un tiempo en encontrar un sentido al pie izquierdo que apoyo en las baldosas con migas de pan. Otra historia con el mismo principio. Su propia cabeza no le permitía entender que a veces el sin razón era mas razonable, y pese a su propia inutilidad no encontraba el sentido a las cosas que nunca la tuvieron. Tiempo atrás vivió felizmente estúpido o estúpidamente feliz. Su pie descalzo camino cerca de paredes húmedas y arrugadas, como su frente que empezaba a sudar por la falta de ejercicio y el calor abrasador de Buenos Aires. Las baldosas negras y blancas con ángulos variados eran mesetas, para sus rodillas desviadas. La pava abollada lo esperaba sobre la mesada sucia, que acompaño los lentos movimientos del viejo y fue a parar sobre una llama de gas. Paso junto a retratos del ayer, o tal vez del hoy.
Los mates se enfriaron en el balconcito sobre la mesa de mármol. Una de las pocas tradiciones que todavía lo acompañaba de su familia. El viejo pensaba, trataba de comprender lo que le había tocado en esta vida, muchos ¿Por qué? Como el dejar y el olvidar nunca lo olvidaba a él. Su educación había sido la vereda de la casa de sus padres a los catorce años y unos cuantos sueños optimistas que se convirtieron en injusticias. Sin embargo su intriga por el saber no se lo pudieron quitar y era eso lo que siempre recriminaba y alababa. Entre cebada y cebada se le quitaban el sabor a viejo de la boca. Bebía el agua de las hojas cortadas y se preguntaba cuando le tocaría a él que le dieran un mate.
Su libertad era una cadena atada al pasado, y le costaba olvidar el pasado. Todos mueren por ver y el trataba ser un ciego porque ya había muerto. Sin embargo miraba, no le importaba vivir en el pasado porque nunca quiso el futuro.
Mirando el parque veía como los niños jugaban en el tobogán. En las mesas, entre árboles sin hojas, un nene esperaba con la cabeza apoyada sobre un tablero de ajedrez. El verde y el aire fresco lo incentivaron a dejar la seguridad de su mente. El viejo bajo las escaleras a su ritmo con unas viejas pantuflas y una bata que muchas veces cumplía el rol de pijama. La mujer del quinto le asombro ver al ermitaño moviéndose, creía que ya era una vieja historia una estatua cagada por palomas.
El nene espero mientras el viejo cruzaba la calle con la pava y el mate bajo el brazo, mientras un auto lo aturdía con una bocina. Una puteada corta asomo en la boca del viejo que fue a sentarse enfrente del nene. Ninguno de los dos daba merito para ser objetivo de algún chorro, para eso por los menos necesitaban unas zapatillas y alguna billetera. Se miraron un rato antes de que el nene moviera una pieza blanca. La mano arrugada respondió a la pureza de su acto. Jugaron un largo tiempo cada uno a su ritmo: peón, mate, torre, mate, caballo, mate y dama jaque. El nene obligo al viejo a sacrificar su dama. El viejo miro largo tiempo al tablero y las hojas secas y cortadas en el piso. Con la mano temblando mando a su dama y su partida a que formaran parte del pasado, mientras, le bebían las lágrimas que corrían por las arrugas de sus mejillas. Con sabor a viejo en la boca, tartamudeo.

  • Me recuerdas a mí de joven, solo que yo daría lo que fuera por haber aprendido a jugar sin dama.
    El niño le cebó un mate y se lo dio.
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