Un día normal, después de una noche normal y al que le continua un día de trabajo normal, solo que este día desperté. . . Y no estabas. Todos los días que siguieron a partir de ahí fueron una pesadilla tras otra; buscarte, intentar contactarte, hablar con tu familia, hablar con tus amigos. . . simplemente. . . desapareciste. . . o eso creí. . . en la tercera llamada a tu madre entendí que solo desapareciste para mí. No fue explicita, no dijo nada, no mencionó nada, se redujo solo a responder que no sabía nada cuando le pregunté por ti, pero no fué lo que dijo, fué como lo dijo. . . se lo agradezco inmensamente, siempre me agradó, agradezco que con su tono de voz me dijera que estás bien, agradezco que con su tono de voz sintiera lastima por mí y me hiciera comprender a la vez que no soy adecuado para ti. . . o que tú no eres adecuada para mí, le agradezco . . . por ser tan amable y abrirme los ojos, y a ti, te agradezco, por enamorarme, quererme, si es que en verdad lo hiciste, y si no, te agradezco la buena actuación y te agradezco por irte como llegaste; un día de repente, sin aviso, con una sonrisa al mudarte a mi piso, después de un simple coqueteo desperté contigo, ahora después de una simple discusión desperté sin ti . . . Te amo, y ya no te quiero en mi vida, y te deseo con toda mi alma, que encuentres a alguien que te amé como yo, y a quien tu ames igual.
Y un día, abrí los ojos, y tú ya no estabas, y me di cuenta que la verdad, no me haces falta.