LA LEYENDA NEGRA Y OTRAS LEYENDAS

in apoyolatino •  6 years ago 

Océanos de tinta y montañas de papel se han gastado para atacar y defender las dos leyendas que giran en torno a la colonización de buena parte del continente americano por los españoles de los siglos XV, XVI y XVII. La Leyenda Negra, inventada y difundida por los ingleses para atacar a los españoles, sostiene que todo lo que hicieron los conquistadores y los gobiernos de Madrid y de Sevilla fue negativo, y en contrapartida, la Leyenda Dorada, inventada y difundida por los españoles, sostiene lo contrario. Los ingleses no se dan cuenta de que lo que ellos hicieron en la América del Norte fue muy parecido a lo que hicieron los españoles, aun cuando los españoles tenían un notable atraso cultural, o si se quiere humanístico, con respecto al resto de Europa. Ni la imprenta ni las universidades llegaron a Norteamérica antes que a Sur y Centroamérica. Lo que sí llegó un poco antes fue la independencia, y quizás eso implique que el atraso cultural fue un buen caldo de cultivo para el adelanto político.

De modo que no habría por qué atacar ni defender a la Leyenda Negra, sino plantearse que ni ella ni su contraparte fueron ciertas, y la realidad no dice que lo que pasó, no fue ni malo ni bueno, sino real. Para no entrar en discusión sobre otras partes del continente, me parece evidente que el caso de Venezuela desmiente en buena medida la Leyenda Negra, que sin duda nació más por defender a los ingleses que por atacar a los españoles. La presencia de España en lo que hoy se conoce como América significó la incorporación de los habitantes de ese continente, que para los europeos era nuevo, a un proceso bastante más avanzado que el que hasta entonces habían vivido.

Lamentablemente también significó una cantidad de muertes terrible, no solo a causa de la violencia militar, sino motivadas por la biología. Es imposible saber qué habría pasado con esos pueblos, que no conocían la rueda ni muchos de los adelantos de Europa en los siglos XVI y XVII, y que estaban divididos por cerca de 50 idiomas, más de 400 dialectos y muchas costumbres que bien podrían merecer el calificativo de bárbaras. Imaginar lo que podría haber ocurrido no pasa de ser un ejercicio de ocio que no conduce a nada. Lo que pasó, pasó, y es muy importante conocerlo.

Es posible que pudiesen superar esos atrasos, si es que en realidad son atrasos, pero también es posible que no. España, dentro de los límites de su tiempo, sí se preocupó, a su manera, por la educación de los habitantes de la América Española, aunque fuera dentro de los límites de la religión católica, al extremo de que en los españoles americanos nació el deseo de ser independientes, como le ocurre a cualquier hijo muy a pesar del amor de sus padres. La falla estuvo en el proceso de esa Independencia, que convirtió aquel Paraíso que intuyó Colón en un Paraíso Partido.

Y bien parecería que un Paraíso Partido no puede ofrecer nada bueno a sus habitantes. Sin embargo, allí podría estar la solución: la felicidad de los pueblos de la antigua América española estaría en abandonar definitivamente el camino que aceptó Simón Bolívar, y retomar el que ideó Miranda o el que habrían querido Sucre y Bello. Y para eso es conveniente mirar con detenimiento lo que existía en la actual Venezuela antes de la Independencia, que es una forma de entender que el sueño de Miranda anunciaba un buen camino, del que se alejó la realidad el 31 de julio de 1812, cuando se cometió con Francisco de Miranda la más terrible injusticia que podría haberse cometido, que fue el día en que el posible Paraíso se partió en muchos pedazos, en muchos pedazos en los que no se ha logrado otra cosa que pobreza y frustración.

Hay que dejar de lado esas leyendas e investigar mejor las realidades. A los gringos les fue mejor que a nosotros, porque los formó la Europa que sí tuvo acceso a la Reforma y por lo tanto al respeto del trabajo. A nosotros no nos fue también porque somos hijos del Imperio español que no vivió el Renacimiento ni la Reforma, y no se nos inculcó el amor por el trabajo físico sino el orgullo por no ejercerlo. Pero eso es harina de otro costal. Además de que estamos a tiempo de corregir esa falencia, no precisamente con el socialismo sino todo lo contrario.

Eduardo Casanova Sucre

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