Abro los ojos, para percibir la luz exterior y el sol se ponía, agudizo el oído buscando ruidos y solo hay silencio; entro en la multitud y resulto una ermitaña entre la gente, buscando un algo que no se.
Navegando en un mar de pensamiento con feroz tormenta, temiendo estar allí regreso a mí, me pido perdón por el fugaz escape y entro en mi corazón para pedir respuestas a quien le abrí sus puertas para que en el viviera; invoqué su nombre, todo se aclaró, escuche canciones de divinos tono, sentí su compañía, ya no estaba sola.
Abro la Biblia en el celular y leo: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isaías 41:10)