Edad (poema)

Caen hilos negros sobre sus hombros desnudos,
Arrancan suspiros entre cada caída,
Tan finos, tan frágiles, tan escasos para formar nudos,
Cruda evidencia de la juventud en su fugaz huida.

Ante sus pupilas el arcoíris pierde su intenso color,
No coquetean ya joviales sus pestañas con otras miradas,
Pero hoy no abandonan sus ojos ese claro brillo acogedor,
A pesar de compartir la partida del sol entre vistas cansadas.

Ya no está el rosa cautivante de un tiempo atrás,
Las grietas esconden ahora las huellas de besos de ayer,
Su voz por instantes tiembla aun en su propio compás,
Y canta melodías mientras toca acordes, sin el ritmo perder.

Escucha susurros antes del sol ponerse aún,
Voces conocidas que fluctúan al anochecer por su habitación,
Habla a viva voz, navegando entre pláticas de lo más común,
Aunque parezca que ha dejado atrás la razón.

Relatan sus manos fascinantes leyendas,
De ásperas palmas largas líneas gritan “juventud”,
Han surcado sus dedos por diferentes sendas,
Y hoy sólo disfrutan de su quietud.

Ayer sus pies corrían tras la vida,
Cansados ahora se han despojado del impulso,
Sólo corre contra el viento mientras está dormida,
Despertando tan agitada como su propio pulso.

El tiempo no ha apagado por completo su luz,
Pero le está robando lentamente el aliento,
Entre sus manos sostiene fuerte esa cruz,
Gritando sin voz siempre el mismo pensamiento:
“Está lejos y no puedo respirar,
No quiero otro día de dolor,
Las horas se me van en extrañar,
Anhelando abrazar el amor”.