Capítulo 2: Aventura con Pintura

Nunca he sido del tipo de persona que ignora el arte, es más, siendo alguien que ha intentado aprender a tocar varios instrumentos, a bailar, cantar y pintar durante toda su infancia se podría decir que me gusta. El problema recae en mi paciencia, o más bien la falta de ella. Cuando me encontraba en aquellas clases a las que le rogaba a mis padres que me inscribieran, miraba a mí alrededor y veía a los demás niños hacer cosas que para mí parecían imposibles, splits, melismas, retratos realistas o tocar alguna pieza complicada en el piano.

Era cuestión de tiempo antes de que me frustrara, sintiera vergüenza de fallar frente a otros y finamente decidiera no asistir más. Este era un ciclo recurrente, que fue variando según iba avanzando mi edad. Mis padres esperaban que una vez creciera finalmente encontrara algo me gustara lo suficiente y que pudiera perfeccionar con el tiempo (Spoiler Alert. Aún no lo he encontrado). En su lugar, estoy llena de conocimiento a medias proveniente de todas estas clases, que en algún punto de mi vida debo admitir que me ha servido para algo más que ocupar espacio en mi cerebro que pude haber utilizado para aprenderme los pares craneales.

De alguna forma hoy me encontré con pinturas, pinceles y cartulinas, esperando que lo que iba a hacer no fuera un total fracaso.

Lo que comenzó como un día común fue interrumpido por destello de inspiración, de esos que una vez ocurren no pueden ser sacados de tu cabeza hasta que lleves a cabo cual sea tu cometido. Personalmente nunca he tenido una buena relación con ellos, ya que casi siempre llevan a camisetas mal cortadas, flequillos ladeados y uno que otro desastre de pintura. Y a pesar de todo eso continúo intentándolo. Así que cuando quise volver a pintar luego de mucho años solo quedaba esperar lo peor.

Bajo ninguna circunstancia pensé que sería fácil, pero tras un par de videos en youtube pensé que podría lograrlo. Primer error. Mezclar los colores al principio fue relajante, buscar el tono perfecto me hizo recordar por qué había empezado en primer lugar, pero de alguna manera ese sentimiento fue desapareciendo una vez me di cuenta de lo mal que se veían sobre la superficie en la que estaba pintando. Las líneas eran no eran suaves y las sombras prácticamente ocupaban toda la extensión del bosquejo. En varias ocasiones me planteé abandonar el proyecto, pero entre trazo y trazo del pincel quise ver hasta donde llegaba.

Y el resultado… no fue para nada lo que esperaba. Pero igual quise compartirlo, dije que este espacio sería para mostrar las cosas como realmente son, así que este es el resultado de la terquedad de una persona que no había tocado un pincel en muchos años. No creo que vuelva a intentarlo, pero aunque terminé bastante frustrada debo decir que me encontré riéndome cada vez más viendo lo que quedó plasmado.