Buenas tardes, saludos a todas y todos en @cotina, dicen que comienzas a conocer a alguien cuando te habla de un problema serio que haya tenido en su vida.
Quiero que me conozcan, por lo tanto comenzaré hablando de algo por lo que pasé durante mis 14-16 años a causa de mis malos hábitos.
Todo debe comenzar mencionando que era modelo, por lo que la estética física era muy importante, más allá de la actitud y como te sentías, era muy muy importante verse bien. Teníamos clases específicas para sentarnos, posar, mostrar los ángulos correctos de nuestro rostro, conocer las dietas adecuadas para nuestro organismo y caminar, estos dos últimos siendo mis favoritas y las que más influyeron en mi adolescencia.
Para las clases de pasarela o caminata, solíamos mantener una postura específica: Erguido, brazos relajados y manos a la altura de los muslos, pero detrás de la cadera, hombros y cuello rectos pero relajados, cabeza derecha con vista al frente; para lograr eso habían formas de ejercitarlo. Utilizábamos una faja correctora de postura, un collarín y una barra en la espalda que separaba el cuerpo hacia adelante y los brazos hacia atrás, mientras usabas la caminadora eléctrica, de forma que fácilmente te adaptaras a esta de esa forma siempre y caminabas de la mejor manera posible. Era uno de los mejores para esto, se me daba muy natural, era tomado de ejemplo para los otros y aún después de tantos años mantengo una buena postura corporal casi en automático.
La otra, las clases de nutrición nos señalaban (de forma informativa, no necesariamente para la práctica) que cosas no eran tan buenas para nuestros organismos, y que otras cosas podíamos utilizar para reemplazarlas de formas más saludables o menos pesadas para el estómago y cuerpo. Debido a esto mi cabeza comenzó a armar nuevos planes alimenticios, así progresar y mejorar en lo que sería mi carrera profesional. Para ir más allá y aprender acerca del tema, comencé a investigar en internet acerca de buenas dietas para mantener mi peso o perder un poco; para aquel momento medía 1,60 y pesaba apróximadamente 55 kg, era un chico delgado con poca masa muscular y nada de grasa.
Encontré diferentes blogs que trataban estos temas y me llamaba mucho la atención como estas personas utilizaban métodos de "suplementación nutricional", que eran básicamente cambiar una comida de plato completo por algo diferente, con los mismo nutrientes y menos calorías. Para mí fue encontrar el cielo y encantado comencé a hacer ese tipo de dietas sin comentarle a nadie. Mi mamá armaba mi desayuno a diario, era normalmente lo mismo: Una arepa rellena con alguna cosa (queso, jamón, huevos, carne, pollo, etc), medio litro de jugo (natural o pasteurizado) y una fruta o dinero para comprar algún postre. Estas dietas eran bastante estrictas muchos productos, especialmente con las harinas, por lo que decidí dejar de consumirlas. No comí más lo que me preparaba mi mamá, primero comía sólo la mitad, luego un par de mordiscos hasta que un día lo dejé por completo y lo sustituía. 5 fresas equivalían a un desayuno y un algodón humedecido en jugo de naranja era la cantidad perfecta de humedad para mi cuerpo. Yo regalaba lo que me armaba mi mamá a aquellos que no tenían que comer, al pasar del tiempo ya ni abría el bolsillo del desayuno porque sólo el olor me desagradaba, llegaba el viernes y yo tenía las cinco comidas enteras guardadas sin siquiera haber abierto el papel aluminio que usaban para envolverlo.
La desesperación y el miedo a que me descubrieran me hizo comenzar a botarlos antes de llegar a casa, todos los viernes. Un día durante mi clase de educación física, tuve un bajón de tensión, jamás me había pasado, siempre fui muy activo en mis clases, me llevaron a dirección y llamaron a mi madre para que me fuese a buscar. De camino a casa compramos unas cosas y mi mamá abrió mi bolso para guardar unos vegetales y encontró los tres desayunos (era un día miércoles), esperó a que llegásemos a la casa y me comentó al respecto, no supe que decir. Preguntó directamente "Tú estás dejando de comer, Luis Fernando? Dime la verdad, mira como estás todo pálido y delgado". Aun lo recuerdo, ese día me vigiló mientras almorzaba a ver si estaba comiendo, me obligué a tragar todo lo que me dio, al irse vomité todo.
Comencé a ser más cuidadoso al como hacía las cosas. Ella habló con mi profesora guía, a quién muy amablemente le pidió el favor de vigilarme durante el desayuno y el almuerzo. Ahora debía tener mucho más cuidado, me encargaba de deshacerme del desayuno antes de llegar a clases, de fingir que almorzaría en casa y sólo comía una fruta o tomaba un poco de jugo.
Y así pasaron unos cuantos meses, hasta que estuve próximo a cumplir 15, cuando me descubrieron botando mi comida. Resulta que no fui tan cuidadoso como creía y ya físicamente se notaban los cambios de mi "dieta".
Fuimos al médico, los resultados hablaron. Tenía deficiencia de hierro y vitaminas en mi cuerpo, lo que causaba una anemia muy fuerte, a causa de mis malos hábitos alimenticios. Llegué a pesar 44,5 kgs, estaba tan delgado que tenían miedo de fracturarme durante el chequeo médico y psicológico. Decidieron contactar con un Centro de Rehabilitación para este tipo de casos y comencé el Nivel I, rehabilitación a distancia: una dieta específica para aumentar los niveles en mi cuerpo, sólo pudieron intentarlo por una semana, fue muy difícil, así que recurrieron al Nivel II de este centro: Internarme.
Estuve 1 mes y medio internado, con unas chicas en un lugar algo lúgubre a pesar de lo hermoso que era, el ambiente era bastante pesado, todos pasábamos por algún desorden alimenticio, algunos más graves que otros, pero todos teníamos que mejorar nuestro aspecto físico y psicológico. Lo que pasó dentro de ese lugar, es una historia algo larga, así que será para después.
Después de mi tiempo internado, salí y tenía vigilancia 24/7 en casa y en el colegio, algunos profesores lo sabían y algunos compañeros de clase también, por lo que estaba en constante presión para que comiera. Y así lo hice, traté de mejorar primero por mis padres, luego por mí.
Aún hay días en los que me cuesta comer, cuando alguna situación me agobia o pensamientos fuertes invaden mi cabeza, pierdo el apetito por días. No se ha ido, aún sigue ahí. Pero tengo a todos a mi lado, cuidándome para no volver a recaer en lo que fue una de las situaciones más fuertes en mi vida.