Llegaba del sur del país como "El Tren" Valencia, Leider Preciado o cualquier otro muchacho ilusionado con darle un mejor futuro a su familia y desde luego cumplir el sueño de jugar en un equipo grande e histórico de Colombia.
Incorporar un jugador joven, sin experiencia y tratar de involucrarlo en una plantilla que recién se acostumbraba a ganar como lo era la de Santa Fe en el 2014, era un reto y por eso Cesar Pastrana (Presidente del club) lo recibió como El Chavo (sin querer queriendo). Quizás por eso fue aceptado en el club como una incorporación y una apuesta.
Recuerdo haberlo visto muy nervioso y errático, no transmitía confianza y por eso el técnico Wilson Gutierrez lo probó como volante y allí se empezó a “soltar”, en esta posición sumo variantes para volver atrás y a partir de este momento consolidarse como defensa central y promesa del fútbol colombiano. A parte de la seguridad y solidez que empezó a transmitir al lado de “Pachito" Meza fue exponencial su crecimiento, vinieron los goles, las actuaciones memorables en clásicos, los goles en finales, los títulos y luego el inexorable paso al fútbol del exterior.

Tratar de resumir la estadía de Yerry en Santa Fe no es fácil, En poco tiempo lo hizo todo y se ganó a pulso lo que está viviendo. Seguramente su particular forma de ver la vida, el color del norte del Cauca, la influencia de los ritmos del Pacífico y la originalidad de su personalidad reflejada en un carisma arrollador, pueden llegar a “opacar” su desempeño en el tapete de césped. Pero no se llamen a engaños, Yerry lo es todo: Fútbol y alegría, por eso cuando el país se comía las uñas y veía como con el paso de los minutos se iban los puntos ante Uruguay, con el desparpajo de quién patea las estructuras y los esquemas cuadriculados, “El gigante de Guachené” fue ese irreverente que se salió del molde y logró “descuajar” la tradicional garra uruguaya, luego vino esa celebración que enamoró a los santafereños y que ahora se la heredábamos al resto del país. Comenzaba su idilio con la tricolor...

Un Yerry ya consolidado en el continente se cansó de demostrar que su paso a Europa era cuestión de meses y que ese seguimiento que empezó a hacerle el Barcelona cuando aún derrochaba su carisma en el templo de la 57, solo necesitaba de un paso por Palmeiras como esa estación que aún se necesita para que un jugador colombiano llegue a un club grande del viejo continente. Vino una lesión inoportuna y con ella la eliminación de su equipo de la Copa Libertadores, en ese momento reinó tensa calma frente al tema de su traspaso, pero a finales del 2017 ya era un hecho que el “arroz del Yerro” (sabor y energía expresada en el baile) tendría destino de Camp Nou.

Hoy cuando estamos a horas de su presentación oficial y que los noticieros ya han entrevistado a todos los familiares y han hecho notas desde todos los rincones que recorrió el espigado y negro lindo. Solo puedo desearle éxitos, porque es lo que merecen esos seres que vienen al mundo con la misión de hacernos felices.

Por eso y por única vez en la vida, hoy digo: ¡Visca Yerry!