Al perderte yo a ti -no como dice el poema- “… tú y yo hemos perdido”.
Al perderte yo a ti, sólo perdiste tú. Perdiste nombre, vergüenza, respeto. Te fuiste solo con el boleto de partida; con las manos vacías luego de estar tan llenas.
Aunque pensándolo bien, también ganaste: sinceridad, libertad, amor propio, más... ¡a qué precio! Claro que encima conquistaste comentarios.
Por eso es que comprendo que hoy vengas a mí, ¿para reivindicarte acaso?, no. Si vienes a mí, es porque eres débil; necesitas de mi fuerza y el valor que desprendo. Precisas que te diga cómo hacer las cosas, caminar por el sendero, agotar tus encantos; y no es que seas tonto, pero te falta inteligencia.
Si vienes a mí es porque la impotencia te mata, porque apenas puedes sostener una erección.
Estás más abajo que cualquier hombre ¡y no es que seas inepto!, simplemente, eres nulo.