Miércoles 14 de abril, hace ya 6 días que estuve escribiendo en tus páginas amigo diario. El tiempo se acostumbró a ir muy rápido. Yo me paro temprano pero las horas se desaparecen a una velocidad pasmosa. Bueno, a hablar de mi día. Las divagaciones para otro momento.

Hoy no voy a salir, le voy a hacer el mantenimiento al carro. Para tenerlo apto para rodar. Uno no sabe cuando salta una emergencia. Además, mañana es día de mercadito y con carro voy más cómodo, sin venir cargando las bolsas en el autobús y el buen trecho que me toca caminar desde el mercado a la avenida y luego desde la parada del bus hasta la casa.

Dejé el carro limpiecito y ¡me bronceé!, porque el sol estaba como le daba la gana y se ensañó conmigo. Menos mal que soy de piel dura. El asunto es que, como estaba en la calle, una de las vecinas aprovechó para venderme unos dulcitos. Eso sí, mascarilla ella y mascarilla yo.

Los dulcitos que le compré a la vecina son de coco. No le costó mucho convencerme porque son mis favoritos. Mi mamá los hacía y le quedaban exquisitos. Mi hermana Reina también los prepara, pero con el distanciamiento social, me visita pocas veces. Con esta comprita, ya tengo merienda para unos días.

Después de broncearme (lavar el carro), me reposé un rato y preparé un plato de pasta, lacitos con un enlatado de boloñesa, rociado con queso tipo pecorino. Y conste que lo tragué. No tuve tiempo para degustaciones porque el mantenimiento del carro a pleno sol me dejó exhausto y hambriento. En cuanto al queso, prefiero el parmesano, pero en los tiempos que corren, hay que conformarse con los tipo y el tipo pecorino estaba a mejor precio.

Después de la comida, el reposo obligado y resultó que me dormí un rato. Me, despabilé con una ducha, monté café y me concentré en el ajedrez con mi dulcito al lado.

Y llegó la hora de la despedida, DIARIO, nos vemos próximamante