“… Espera tú un poco para que te declare la palabra de Dios”
1 Samuel 9:27.
“Existen unos escarabajos tan rápidos, que su velocidad de vuelo alcanza medio metro por segundo. Basándose en la longitud de su cuerpo, se ha calculado que son nueve veces más veloces que un atleta olímpico ganador en la competencia de los 200 metros planos. Pero mientras persiguen así velozmente su presa, ocurre que esos escarabajos se detienen repentinamente. A ese respecto, los científicos han descubierto que cuando esos insectos vuelan demasiado rápido, no se juntan suficientes fotones en sus ojos como para distinguir claramente su presa. Al no percibirla más, deben detenerse para volver a ver nítidamente y así seguir su caza.”
¿Con que velocidad vivimos la vida? La sociedad en la que estamos cada vez más nos exige rapidez. La gente anda de manera veloz. En avión es posible estar en un extremo de un país en una o un par de horas, pero algunas veces necesitamos menos que eso para poder estar en algún lugar. Cuando comenzaron los trenes subterráneos eran para muchos algo muy rápido. Sin embargo, hoy en día para algunos nos es suficiente.
Para muchos resulta perder tiempo el detenerse a escuchar la voz de Dios. “¡Es que hay mucho por hacer!”, dicen algunos. “No tengo tiempo para orar ni 30 minutos al día”, dicen otros. “Dios tiene que comprender que no me alcanza el tiempo”. Expresiones como esas, en la mayoría de los casos son una evidencia de la poca dependencia de Dios en nuestras vidas. Recuerde, “Dios puede hacer en una hora lo que nosotros podemos intentar hacer en mil años”.
Saúl iba a ser nombrado rey sobre Israel; tenía mucho trabajo por delante. Seguramente estaba emocionado por empezar a “mandar”. No obstante, ¿Cuál es la primera instrucción que recibe de parte del profeta Samuel? “Di al criado que se adelante..., pero espera tú un poco para que te declare la palabra de Dios”. No se trata solamente de empezar a hacer; hay que dedicar tiempo a diario para buscar dirección de Dios. Los grandes hombres de Dios, en el Antiguo y en el Nuevo Testamento lo hicieron. En la historia del cristianismo no ha existido ni un hombre que Dios haya utilizado poderosamente que no haya sido un hombre de oración y que amase la intimidad con el Señor.
Los últimos meses ¿Cuántas horas has dedicado para buscar dirección de Dios para tu vida?, o más bien hemos iniciado este año tan velozmente, absortos en nuestras ocupaciones y pasatiempos. Si así es, debemos detenernos para volver a ver claramente. ¿Estamos en el camino correcto, vamos hacia la meta a la cual aspiramos llegar? De hecho, ¿hacia qué meta nos dirigimos? Aprendamos del escarabajo, detengámonos a especificar nuestros objetivos y metas en este año nuevo. Cuidado, no vaya a ser que por el apuro vamos tras una meta que no es la que Dios quiere o que por el apuro no gastemos mucho más tiempo en cosas que Dios puede solucionar en una abrir y cerrar de ojos.
Cierta vez estaba un hombre intentando cortar un fuerte árbol con un hacha sin filo. A lo que un hombre después de verlo casi medio día sin avanzar en su tarea, le dice: “¿Por qué no toma unos minutos para afiliar su hacha?” A lo que el leñador contestó: “Es que no me da tiempo”. Cuidado no estemos perdiendo nuestro tiempo trabajando con un hacha gastada, nada más que por no tomarnos el tiempo para que Dios la afile.