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El pasado 20 de enero Joël Valenzuela publicaba un interesante artículo en Cointelegraph, en el cual se hacía la siguiente pregunta: ¿será 2021 un año en que veremos un impulso importante en los pagos con criptomonedas?
La hipótesis parte de los movimientos regulatorios de la FinCen (Red de Control de Delitos Financieros de los Estados Unidos) que pretende que los exchanges deban presentar un informe cuando un cliente realice una compra superior a 10.000 dólares, y a recopilar la información de KYC cada vez que se realice una transacción de 3.000 dólares o más utilizando una wallet no custodiada.
En la práctica, significaría que cuando un estadounidense quiera retirar dinero de Coinbase a su hardwallet (Trezor, etc.) tendría que demostrar que dicha cartera es de su propiedad, facilitando su nombre y dirección. Evidentemente, esta acción vulnera la búsqueda de privacidad que está en el origen de Bitcoin, por lo que es posible que la comunidad cripto se viera obligada a buscar alternativas, lo cual abre un espacio nuevo para retornar al origen.
Hay que recordar que Bitcoin nació para realizar pagos digitales descentralizados. En algún momento esa visión pasó a segundo plano y Bitcoin se ha convertido en un refugio de valor. Sin embargo, la fricción que supondría que los usuarios se vieran obligados a proporcionar sus datos por usar los exchanges centralizados, podría conducir a implementar soluciones para el pago en criptomonedas, que hasta ahora no habían terminado de desarrollarse de manera efectiva (caso de Segwit o la red Lightning)
Y en esa hipotética carrera por convertirse en referente de los pagos digitales, Bitcoin no está libre de competidores. en la lista encontramos los principales hard forks de Bitcoin, como Bitcoin Cash (BCH) y Bitcoin SV (BSV). También Litecoin (LTC) ha tenido su historia por convertirse en alternativa a Bitcoin para los pagos. Por su parte, Dash sigue una senda de desarrollo muy interesante en este sentido - en su defensa de Dash, se nota de dónde proviene el firmante del artículo.
En cualquier caso, la esperanza de un futuro de pagos digitales privados y eficaces podría recibir este año un impulso prometedor, como reacción a una intención regulatoria centrada más en el control que en crear un ecosistema propicio para la generación de riqueza.
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