Leerte me hizo recordar a mi yo del bachillerato. Hasta eso del tercer año sufría de acoso por parte de la mayoría de mis compañeros y uno que otro de otros años también. Por supuesto que la situación era agobiante y se lo contaba a mi familia. Sin embargo y afortunadamente tenía dos amigas allí que era con quienes hacía vida todos los días en el liceo y también aguantaban conmigo el maltrato de los demás. Entonces, ante esta situación muchas veces mis padres me plantearon cambiarme de institución porque ya el asunto estaba llegando a los límites, y mi respuesta siempre fue que no, ya que era mayor el miedo de empezar de nuevo en otro lugar donde cabía la posibilidad de volver a sufrir lo mismo y de no conseguir amigas como las que ya tenía. Ya sabes "más vale malo por conocido que bueno por conocer". Hoy en día me pregunto qué habría pasado si hubiese tomado la decisión de cambiarme. Tal vez habría perdido enormemente el contacto con mis amigas pero no tendría hoy en día las marcas que me dejó aquella experiencia. Todo es un aprendizaje