Mi momento favorito del día, la hora de surfear. Cada día, luego del colegio, me dirijo hacia la playa a surfear -con mi tabla azul con llamas amarillas que me obsequió mi abuelo antes de partir al otro mundo- a olvidarme del mundo por un buen rato. Esa tarde logré montar varias olas, grandes, parece que era mi día perfecto. Salí del agua, directo al puesto de bebidas del señor Michael, el mejor de la Bahía, mi favorito.

-Bonito día para surfear ¿No Rhyder?- me dice con el tono alegre que mantiene siempre. -Hacía rato que no veía unas olas tan buenas como estas.

-Y que lo diga. Las olas de hoy son perfectas, me atrevo a decir que nunca había visto unas iguales. Es una lástima que deba regresar a casa a terminar mi tarea.

-Esperemos se mantengan así por un buen tiempo, al menos hasta el verano. Así podrás disfrutarlas como se debe.

-Ojalá. Oh señor Michael, quiero uno de...

-Banana y fresa, tu favorito- me interrumpe. Parece que vengo muy seguido aquí, pues el sr. Michael ya sabe mis batidos favoritos. Yo sonrío.

Me tomo el batido de camino a casa. Me ducho y me pongo un par de shorts. Me tiro al suelo para hacer mi tarea. Matemáticas, la materia que menos entiendo. Si hay algo que sé de matemáticas es sólo sumar, hasta restando soy malo. Sin embargo los trabajos que me mandan requieren más que una simple suma, resta o multiplicación, así que me lleva un buen rato terminar.
Me levanto para guardar mi cuaderno en los estantes de mi cuarto, entonces mamá toca la puerta y entra a decirme que baje a cenar y que Megan Vanhouter ha venido a visitarnos. Megan es mi ex novia, terminamos hace algunos meses, o ella me terminó a mí porque decía que yo era un inmaduro, me la pasaba sólo surfeando y un sin fin de cosas más. Sin embargo ella y mis padres se llevan muy bien.

-¿Megan está aquí, mamá?- digo un poco enojado. -Te dije que no quería volver a verla.

-Ella vino a visitarnos, y la invité a que se quedará a cenar.

-Mamá, no quiero verla.

-Pero ella a tí si. Y apresurate que se enfriará la comida.

-Cenaré aquí, en mi habitación.

-Cenarás abajo, en la mesa, como todos los demás- dice mi mamá, comenzando a molestarse por mi actitud terca.

-Bien- digo finalmente. Estoy algo enojado, ni siquiera sé por qué Megan quiere verme luego de decirme todas esas cosas, pero no discuto y simplemente bajo.

Ahí estaba ella, con su cabello moreno y sus pecas en la cara. Son como unas estrellas en tu cara, me bajaste las estrellas en lugar de yo a tí. Es lo que siempre le decía, y a ella parecía gustarle, pero según ella yo no la amaba.

-Rhyder. No has cambiado. Chocolate blanco- dice Megan con su voz suave, y no se por qué razón comienzo a temblar. Me lleva solo tres segundos darme cuenta y recordar esa frase, Chocolate blanco, es lo que Megan solía decirme cuando estaba en la playa, o cuando estaba... sin camisa. Lo olvidé por completo, estaba tan enojado que olvidé ponerme camiseta para bajar. y esas palabras solo hacen que mis mejillas enrojezcan. Me siento en silencio, ni siquiera me digno en saludarla, solo quiero comer rápido y subir a mi habitación.

-Rhyder, ¿No piensas decirle nada a Megan?- me dice mi papá, y yo solo niego con la cabeza.

-No seas grosero, hijo- dice mi mamá, pero yo solo levanto la vista un momento para decirle con la mirada: ¡No quiero hablar con ella, y lo sabes!. Megan parece estar muy incómoda, pero no me importa en lo absoluto.

Mis padres intentan hablar con ella haciendo preguntas como: ¿Qué tal están tus padres? ¿Cómo te va en el colegio? ¿Qué harás cuando comience el verano?. Y yo solo termino de comer, me levanto y me voy a mi habitación, sin decir una sola palabra. Se que mis padres hablarán conmigo después, pero no me importa, no quiero estar con alguien a quien amé y que solo me tiró. No comprendo por qué quiere hacer amistad conmigo luego de eso.

Me acuesto en mi cama, mirando hacia arriba, jugarreteando con un Max Steel que perteneció a mi hermanito Will. Murió hace un año cuando intentaba cruzar la calle, no se percató de un auto que venía y fue arrollado. Con serias heridas y fracturas, no sobrevivió. Tenía 7 años. Eramos muy unidos. Desde ese día pensé que no volvería a ser felíz, pero hago lo posible por serlo, y me esfuerzo.

Finalmente me duermo, abrazado al Max Steel, con lágrimas en mis ojos.