En la necropsia tuvo oportunidad de apreciar su cuerpo desnudo.
Mujer huidiza, que siempre veía como ave en el cielo. Ahora la tenía como pájaro muerto en sus manos.
Quiso besarla en su pico, se abstuvo, las manos eran alas en reposo, miro su plumaje suave, semejante a piel de doncella. Por un rato quedó pensativo, recordó los desprecios de ella, empezó a sentir ira, cogió la escálpela, lo hundió con placer, la abrió desde su cuello emplumado hasta que pudo observar su corazón negro, se detuvo por un momento, esperó que trinara, nada, maldita sea, exclamó, por último miró con frialdad aquella desnudez que le producía repugnancia, sangre y carne que fastidia al verla en la mesa del anfiteatro, eso eres mujer, proclamó triunfante.
Estaba siendo objetivo, se horrorizo del amor que había cristalizado en esta ave de mal agüero.