La mujer no debe permitirle maltrato al marido, ya que ellos son iguales a los ojos de Dios. El origen del abuso y maltrato a la pareja, es el pecado en el corazón del hombre. Hombre y mujer, ambos fueron hechos a imagen de Dios. Eso define el valor que tenemos cada uno; somos iguales en valor. Al ser humano se le debe respeto solo por eso. Dios no está de acuerdo con que alguien que lleva su imagen sea maltratado. Dios le llama a eso pecado.
La Biblia aborrece el abuso en el matrimonio y demanda una vida de amor y compasión, de esa forma descarta la violencia en el hogar. Sea que se trate del aspecto mental, físico o verbal, el abuso no es bien visto en el estilo de vida cristiano. Este tipo de conductas destructivas que atentan contra la dignidad e integridad de la mujer deben de ser erradicadas desde sus cimientos, para así evitar que las futuras generaciones (o nuestros propios hijos) sean víctimas o agresores de este tipo de violencia doméstica.

Pablo escribió a los esposos: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella… Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos.

Lucas 6:45.: “El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo que es bueno; y el hombre malo, del mal tesoro saca lo que es malo; porque de la abundancia del corazón habla su boca”,

No hay duda de que un hombre que ha llegado a romper los límites que protegen la integridad física de su esposa necesita fronteras mayores y consecuencias significativas que le ayuden a verse a sí mismo y descubrir hasta dónde el pecado lo ha llevado, y entonces esté dispuesto a recibir ayuda para sanar.