La Estructura de la Realidad (XVI)

in buddhismo •  7 years ago 

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Los observadores en el Samsara se comportan como un niño jugando con las hojas secas que encuentra por donde va yendo. No hay hojas hasta que el niño las observa, se crean en la mirada del niño, en dependencia de la condicionalidad del niño, dentro de una infinitud de probabilidades. Las probabilidades están ahí. Infinitas. Según quien las observe, así aparecerán.

Para el niño todo transcurre rítmicamente a golpe de reloj, de su reloj.

Mientras el niño ve y toca las hojas, su perro lo que observa son olores.

Y la pulga sobre el perro, temperatura.

Cada observador observa su parcela de Samsara, mientras lo que realmente hace es recolectar kamma y es ese kamma el que le lleva a la siguiente situación.

En cada situación el observador cambia, debido a que su condicionalidad es diferente.

En un momento puntual el observador contiene un conjunto finito de condiciones que son las que le determinan. Por tanto, el observador puede observar su propio kamma y ahí encontrará todas sus vidas pasadas. Porque las vidas no son pasadas más que para ese mismo observador, ya que el pasado está ahí, en su kamma.

Cada nueva condición cambia el instante, y cada instante cambia al observador.

E igual que cada animal crea su propia realidad, lo que es constatable efectivamente, podemos comunicarnos con ellos, siempre y cuando esa comunicación sea posible.

Una de las condiciones es que compartan un espacio-tiempo compatible.

Existen diferentes clases de observadores, en razón al nivel de realidad que sean capaces de concretar. Los humanos disponemos de sentidos que nos concretan esta realidad conocida. Los animales en dependencia de sus diferentes sentidos hacen los mismo, pero no solo están estos observadores, también los hay con diferentes sentidos e incluso sin ellos, con relojes que transcurren a muy diferente velocidad.

En particular no hay dos observadores iguales, ni siquiera momento a momento, pero nos podemos dar la licencia de dividirlos según su nivel subjetivo de desorden. Así aquellos con niveles bajos de desorden los llamaremos devas, y hay entre ellos, diferencias muy importantes. A menor entropía, los calificaremos según la terminología buddhista como devas “más altos”, y a mayor, devas “más bajos”.

El nivel de concreción de la realidad del humano tiene más desorden que los devas, pero menos que los animales.

Los observadores con niveles altos de entropía, corresponden a aquellos que están en el infierno, no porque estén físicamente en un determinado lugar horrible, sino porque la realidad que concretan es extremadamente desagradable y, sobre todo, enfermizamente cambiante.

Como vimos, a cada instante, un observador con una realidad que puede coagular.

No hay “observadores” en el tiempo. Lo que sí subyace es su paquete de condiciones que le determinan su forma de relación con el Samsara fijo. Este paquete, con el tiempo, hace que el flujo de la condicionalidad lleve a generar observadores que pueden estar en cualquiera de esas categorías.

Si un paquete de observación cae en la concepción errónea de creerse el personaje ilusorio, comprobará con terror como la “muerte” le exterminará. No habrá más personaje en la pantalla. Pero que maten al protagonista no hace que la película se detenga ni que el observador deje de mirar el film. El “observador” comenzará a crearse un nuevo “personaje” dotado de otros sentidos y ocupará otro nivel de entropía. Así se va pasando de “vida” en “vida”, sin haber nada que pase de una a otra, sino solo la ilusión cinematográfica que no es real sino ilusorio, más que el paquete de condiciones, el kamma.

Obviamente la única manera de parar la película es levantarse y abandonar el Samsara. Y esto solo se puede hacer disolviendo la ignorancia que es la que nos ata al él. Ver como es, ver como funciona, comprobar la ilusión son necesarios para hacer algo tan simple pero tan difícil como levantarse y apagar el proyector.

La ignorancia es la que condiciona el apego al personaje, a su existencia o a su inexistencia, a la vida o al suicidio. Pero a nivel de proyección nada es real, no es el campo donde transcurre lo real.

Mientras te creas que eres tú el personaje, olvídate. Ahí permanecerás de personaje en personaje, perdiendo la memoria de tanto en tanto, que es otro efecto de la ignorancia. Tenerte con Alzheimer en un sillón de una residencia mirando una película en la que el cuidador te ha dicho que eres tú. Y te lo crees.

Mañana serás otra cosa.
La emoción no cesa.
Mira y calla.

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