El daño es el detrimento, perjuicio, menoscabo, dolor o molestia causado a otro en su patrimonio o en su persona.
Recibir un daño de otros es una ventana de oportunidad para reajustar las relaciones con el resto de los miembros de la sociedad o el grupo.
En principio, cualquiera puede dañar a otro. Es realmente inevitable, la seguridad absoluta no existe, aunque existen múltiples mecanismos que lo dificultan.
El complejo mundo de la condicionalidad lanza condiciones que pueden concretarse en daños para tu persona tanto por proximidad, como en dependencia de condiciones de las cuales algunas has sido tú mismo el responsable.
Aunque te dañen puedes o no sentirte ofendido. Un bebé te vomita encima la papilla y no te sientes ofendido, aunque sí molesto. La ofensa depende de uno mismo. Es conocida la anécdota del regalo envenenado que al no aceptarse se queda en el que lo ha enviado.
Las ofensas también dañan al provocar aversión ante la situación y contra el autor de la misma. Es un doble sufrimiento que lleva a una espiral de venganzas cegado por esta misma aversión. Una forma de evitar esta espiral es con el uso del perdón, que es la acción por la que una persona disculpa a otro una acción considerada como ofensa, renunciando a vengarse, o reclamar justo castigo o restitución, optando por no tener en cuenta la ofensa en el futuro, de modo que las relaciones entre ofensor perdonado y ofendido perdonante no queden más o menos afectadas.
El perdón es renuncia, pero no olvido.
Tampoco perdona quien no se siente ofendido por lo que otras personas considerarían una ofensa. Tampoco perdona quien deja de sentirse ofendido tras las explicaciones del presunto ofensor que hacen ver la inexistencia originaria de ofensa alguna.
El perdón es obviamente un beneficio para el perdonado, pero también para la sociedad, pues contribuye a la paz y cohesión sociales y evita espirales de venganzas, motivo por el que religiones y diversas corrientes filosóficas lo recomiendan.
Es por esto que el perdón no constituye una conducta ética. La ética es el conjunto de acciones cuyo fin es acabar con el sufrimiento. Por tanto, que alguien haga un daño y no reciba su castigo, es una aprobación implícita de la mala acción y es un refuerzo para el ofensor y da un pésimo ejemplo para que otros hagan lo mismo.
Muchas veces, no poder soportar la aversión lleva al ofendido a perdonar.
Esto constituye una forma de perder la oportunidad de restaurar el orden y evitar que se vuelva a violar, una oportunidad por la que se ha pagado un alto precio.
La forma inteligente de ahogar la aversión hacia el ofensor es el ejercicio de Mettā, o amor incondicional, ejercicio que consiste en enviarle amor incondicional luchando así contra la aversión que su recuerdo te produce. Al hacerlo un número suficiente de veces, el recuerdo del ofensor y la ofensa se convierte en feliz, al asociar la mente por reprogramación al amor.
Mettā sana y, como siempre, es un condicionamiento que el cambia la mente.
Aunque con Mettā se cura la aversión provocada por la ofensa, evita perdonar, ya que Mettā es un ejercicio mental en el que el ofensor no participa ni conoce.
Además, sirve para no olvidar y, lo más importante, impedir que la ignorancia en forma de ofuscación ciegue la acción de restitución y sea adecuada, ponderada y trazada para que los daños a uno mismo sean mínimos o nulos a ser posible.
La justicia es ética, pero el perdón si no hay arrepentimiento y garantía de no reincidir, no lo es.
Devolver el orden y evitar males a los demás no es una opción, es una obligación, porque los males de los demás te
terminan afectando a ti.
Colección de Discursos Agrupados Numéricamente
- Duka nipāta
Capítulo sobre los Imbéciles
AN 2.98-117
El Bendito dijo: "Monjes, existen estos dos tipos de imbéciles. ¿Cuáles son los dos? El que toma responsabilidad por lo que no está involucrado, y el que no se responsabiliza por lo que está involucrado. Estas son las dos clases de imbéciles ".
El Bendito dijo: "Monjes, existen estos dos tipos de sabios. ¿Cuáles son los dos? Cualquiera que asuma la responsabilidad por lo que está involucrado, y no se responsabilice por lo que no está involucrado. Estos son los dos tipos de sabios ".
El Bendito dijo: "Monjes, existen estos dos tipos de imbéciles. ¿Cuáles son los dos? El que percibe lo inadmisible como permisivo y el que percibe lo permisivo como inadmisible. Estas son las dos clases de imbéciles ".
El Bendito dijo: "Monjes, existen estos dos tipos de sabios. ¿Cuáles son los dos? El que percibe lo inadmisible como no permisible y el que percibe lo permisivo como permisivo. Estos son los dos tipos de sabios ".
El Bendito dijo: "Monjes, existen estos dos tipos de imbéciles. ¿Cuáles son los dos? El que percibe lo que no es un delito menor como un delito menor y el que percibe qué es un delito menor no es un delito menor. Estas son las dos clases de imbéciles ".
El Bendito dijo: "Monjes, existen estos dos tipos de sabios. ¿Cuáles son los dos? El que percibe lo que no es un delito menor como un delito menor y que percibe lo que es un delito menor es un delito menor. Estos son los dos tipos de sabios ".
El Bendito dijo: "Monjes, existen estos dos tipos de imbéciles. ¿Cuáles son los dos? El que percibe el no Dhamma como el Dhamma y el que percibe el Dhamma como no Dhamma. Estas son las dos clases de imbéciles ".
El Bendito dijo: "Monjes, existen estos dos tipos de sabios. ¿Cuáles son los dos? Aquel que percibe no-Dhamma como no-Dhamma y alguien que percibe el Dhamma como el Dhamma. Estos son los dos tipos de sabios ".
El Bendito dijo: "Monjes, las manchas de contaminación mental aumentan en estos dos. ¿Cuáles dos? El que lamenta lo que no debe lamentar, y el que no se arrepiente de lo que vale la pena arrepentirse. Las manchas de contaminación mental aumentan en estos dos ".
El Bendito dijo: "Monjes, las manchas de contaminación mental no aumentan en estos dos. ¿Cuáles dos? El que no lamenta algo de lo que no debes arrepentirte, y alguien que lamenta lo que debes arrepentirte. Las manchas de contaminación mental no aumentan en estos dos ".