Remedios fue una mujer extremadamente bella. No tenía comparación con ninguna otra fémina imaginaria o real. Todos los hombres estaban dispuestos a hacer cualquier cosa por poseer tan deslumbrante galardón. Pero ninguno logró su propósito. De hecho, cuatro de ellos murieron en el intento. Y Remedios, la bella, se mantuvo casta y pura durante su vida. En el pueblo, se decía que ella tenía poderes asociados a la muerte. A pesar de los rumores, los calenturientos machos aseguraban que bien valía la pena morir por una noche de amor entre los brazos de tan perturbadora “doncella”.
Lo cierto es que en su familia, intentaban educarla para que se casara y pasara a ser responsabilidad de un esposo que la mantuviera. Pero nada parecía dar resultados. Un domingo, un pariente decidió poner en práctica un truco con el que, supuestamente, atraparía al futuro esposo de Remedios. Le cubrió el rostro con una mantilla y la llevó a la iglesia. Confiaba en que el misterio que envolvería tanta hermosura haría que un intrigado hombre buscara por todos los medios conquistar el amor de la bellísima mujer. Pero pronto, la familia renunció a toda tentativa de éxito. El truco de la mantilla no funcionó. La “dama enmantillada” continuaba rechazando a cada uno de los pretendientes que se acercaban a ofrecerle villas y castillos. Remedios jamás aprendió un oficio, y jamás mostró interés por ningún hombre.
En unos carnavales, Remedios fue coronada como la reina del pueblo. A su mayor contrincante en el certamen no le quedó otra alternativa que aceptar la derrota, y admitir que su rival era la imagen de la perfección femenina. Sin embargo, cuando la conoció y convivió con ella, se convenció de que en realidad era una “boba” incapaz de dar una respuesta a la más simple de las preguntas. Tiempo después, se enteró de que esa increíblemente hermosa mujer había pintado con sus heces las paredes de una habitación. No obstante, alguien de la familia le aseguraba que Remedios era el ser más lúcido del mundo. Solo que la sociedad no estaba preparada para entender tal lucidez.
Abandonada a su suerte, la enigmática joven quedó vagando en su casa. Se entregaba a profundos y largos sueños. Comía sin horario alguno, y se dedicaba a darse baños interminables. Pasaba largas horas sumida en silencios que no tenían la excusa del recuerdo.
Un día, unas parientes solicitaron su ayuda para doblar las sábanas recién lavadas. Remedios, la bella, tomó una de las puntas de las blancas mantas, y enseguida algo muy extraño ocurrió: su cuerpo se transparentó en una palidez sepulcral.
Las otras mujeres sintieron un “delicado viento de luz” que les arrancó la sábana de las manos. En ese instante, aquella criatura sobrenatural, se elevó y se despidió con la mano entre el movimiento de las sábanas limpias que ondeaban a su alrededor.
Y así fue como Remedios, la bella, subió al cielo en una tranquila tarde del mes de marzo.
Una historia que solo podía ocurrir en el Macondo de “Cien años de soledad”.
Hermoso relato. Solo que ahora para intentar conquistar a Remedios habra que seguirla al cielo y encontrarla quizas en alguna otra dimension desconocida. Te deseo muchos exitos y un dia lleno de paz.
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