Cómo podemos reencarnar durante esta vida. La visión de la Cabalá (II)

in cabala •  6 years ago  (edited)


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Como decíamos en el post anterior, para el cristianismo la reencarnación, o más bien la vida eterna, ocurre fuera de esta vida, en un “más allá,” mientras que, para el judaísmo, ocurrirá en esta tierra, con esta materia, cuando llegue la época del Massiach (Mesías). Y será una reencarnación material, los huesos y las cenizas se reconvertirán en nuevos, los que murieron resucitarán, y la muerte será desterrada para siempre.

Algún guionista audaz de Hollywood podría interpretar que se trata de un mensaje alienígena, para que se guarde ADN de los justos, y que cuando llegue el momento, la generación del Mesías, con ese material genético se puedan regenerar sus cuerpos, los que hayan sido enterrados en Israel, y no estén perdidos, ni hayan sido cremados, a saber, las 600.000 almas.

Este tema de las 600.000 almas es fascinante desde el punto de vista de la Cabalá, y seguramente será tema para otro post. Pero vamos a concluir con lo que los cabalistas han dicho respecto a la reencarnación, y de cómo ésta puede ocurrir (ocurrirnos) durante nuestra actual vida. Y además de manera consciente y deseada.

El asunto de la corrupción de la carne

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Los cabalistas nunca han renunciado a dialogar con la ciencia, con la inteligencia y el sentido común. Por el contrario, la mayoría de las veces se han adelantado por siglos a muchas de las teorías de la física y la astronomía que iniciaron su apogeo en el siglo XX. Digo esto porque toda persona medianamente inteligente se da cuenta que el asunto de revivir un saco de huesos es complejo, a menos que se trate de una miniserie sobre zombis, o que se trate de una perversión como la brujería y la santería, que pretenden revivir a los muertos, pero sin el ánima, sin el alma.

Por ahora, la única posibilidad remota que existe de eso es que a partir del material genético podamos en algún futuro replicar el organismo que alguna vez fue Buda, Jesús, el ARI, o Hitler.

Esto los cabalistas siempre lo han sabido. Por eso, Isaac Luria, el ARI, en el siglo XVI en Safed, interpretó la reencarnación no como revivir un saco de huesos, o convertir el polvo en vida otra vez. Al contrario, los mekubalim (cabalistas) siempre han dicho que el cuerpo es mortal, y que se trata de una simple vestidura en la cual las almas, que sí son eternas, entran y salen durante los ciclos de vida y muerte.

En este punto, las ideas de reencarnación orientales y las de la Cabalá coinciden. Se trata de un alma vieja que pasa a habitar en cuerpos nuevos.

El propio ARI lo estudió en los textos llamados “Las Puertas de la Reencarnación” (Saar HaGilgulim), donde gilgulim ha sido pésimamente traducido como “reencarnación”, cuando la acepción exacta debería ser la “transmigración” o “rotación” de las almas.

Dicho esto, queda claro que el alma, que es pura información no-local, una derivación de la luz del creador, puede encarnar en un nuevo cuerpo después que ha abandonado el viejo, el que muere.

Una sola alma, muchas almas

Se ha dicho en la Cabalá que existe una sola alma general, el Adam Harishom, y a la vez se ha dicho que son 600.000 almas, no más. ¿Cómo podemos entender esto, cómo explicarlo? ¿Es una sola o son 600.000? ¿Y qué pasa con el resto, con los 6.900.400.000 seres humanos restantes (o más) que existen sobre el planeta? ¿Acaso no tienen alma?

El error proviene de interpretar el alma como el Yo, el ego, la sensación del cuerpo, la percepción individual de sí mismo que todos (¿todos?) tenemos. Y de pensar que es indivisible, única, irreplicable. Esto último ha sido consagrado en muchos tratados sobre derechos humanos, pero parece que no es totalmente de esta manera en la biología, ni en la Cabalá.

El alma es información no-local, que está conectada permanentemente con su origen, y que recibe esa "data" a través de una especie de “nube” (como la entendemos hoy en día en Internet), la cual proviene de un lejano servidor (aleph, kéter, como se dice en Cabalá), el cual es tenido por muchas religiones como “El Creador.”

La nube es el inconsciente colectivo de Jung, de modo que en esa nube todos los seres, las almas, están interconectadas, incluso con las almas menos complejas, pero “sentientes”, de los animales, con las diversas energías vivas que fluyen de la tierra, o que provienen de los astros, como siempre han creído los astrólogos, cabalistas muchos de ellos.

En este sentido, el alma humana es una sola. Es el yo, el cuerpo finito, quien posee una ficción necesaria de unicidad para tener identidad y poder sobrevivir. Así ha sido hasta ahora, en el futuro no sabemos.

Pero entiéndase que lo que baja a un cuerpo que nace, es una chispa, un punto, de esa alma colectiva. Podríamos decir que se trata apenas de un chip, pero suficiente para contener toda la información e interconexión que se requiere para funcionar con vida.

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Así que las 600.000 almas de las que habla la Torá (los 600.000 que huyeron de Egipto) son derivaciones del alma original, del Adam Harishom. De allí proviene el nombre Adam en la Biblia, en la Torá: no se trata del primer homínido que caminó en dos piernas, sino del primer hombre que tuvo conciencia de su conexión con el Universo, con la creación y las demás criaturas.

Por eso, el calendario hebreo cuenta su tiempo a partir de este Adam (5.778 años), y no desde el origen geológico del planeta material, o del origen antropológico del Homo Erectus. Son tres cosas bien distintas.

El alma general se partió, se dividió en chispas, y las primeras que se recogen en las escrituras son las de los 600.000 que huyeron de Egipto.

Pero esas almas a su vez se siguen dividiendo (el alma general se sigue fragmentando), sin que ello afecta la información que llamamos “alma”, porque esta información es no-local, y las nuevas chispas (chips) por muy pequeños que sean sirven perfectamente para la interconexión con “la nube” y la conexión con el lejano “servidor” (el Creador).

Baste con que contengan los códigos del Plan de la Creación, y funcionarán perfectamente dentro de un cuerpo.

Y cuando un sabio muere, su luz, su información, sube a la nube, y allí se mantiene, de manera que puede visitarnos en sueños, inspirarnos, e incluso replicarse parcialmente dentro de nuestra propia alma, de nuestra chispa.

Es lo que cuentan los cabalistas, que se sienten reencarnaciones de Jacob, de Shimon Bar Yojai, o cualquier otro mekubal. Es el caso de los creadores y los maestros. De tanto invocar y leer a Borges o a García Márquez, esas chispas terminan viniendo a ser parte de tu alma, ellos reencarnan en ti, tú re-encarnas en vida con chispas del alma de Mozart, como le ocurrió a su discípulo Franz Süssmayr, quien a la muerte del maestro tuvo que concluir el Réquiem, y lo hizo de una manera tan perfecta y hermosa, que es tan o más mozartiano que las partes que llegan hasta el Lacrimosa, escritas por Wolfgang Amadeus.

Esta es la manera como, estudiando, invocando a los maestros, los cabalistas piensan que se puede reencarnar en vida.

En el próximo post, revisaremos lo que al respecto dicen mis maestros en Israel, y las líneas de almas maestro-alumno desde la generación del ARI hasta Baal ha Sulam, el RABASH, Michael Laitman y sus discípulos, entre los que me encuentro.

¡Shalom!

Óscar Reyes-Matute
(Samuel Ibn Motot / שמואל אבן מתת)

Video recomendado:
Rav Micahel Laitman (mi maestro) con Larry King, acerca de la reencarnación

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