CALLES DESESPERADAS

La calle es un domingo de tormentas etìlicas. Salì con los dos guajiros del matadero de perros. Desde que comenzó esta crisis, no paramos de beneficiar perros. Como es muy barata, nos permite ligarla con carne de cerdo y hacemos suculentos embutidos que sacian el hambre y proveen de proteínas animales. Hoy es domingo y acompaño a los guajiros que depostan carne de perro; desde temprano estamos bebiendo; quizá esta es la única manera de aguantar los pútridos aromas caninos. Hemos avanzado en técnicas; los cazadores de perros; los depostadores y los fabricantes de chorizos y mortadelas. Por lo demás, es un sitio higiénico y bien refrigerado. Como en aquel relato de Ambrose Bierce, existen algunos perros con suficiente manteca y aceite. Las pieles de los perros los mandamos a la curtiembre y los huesos se muelen para hacerle alimento al ganado porcino. Hoy, domingo, bebemos hasta dormirnos o desmayarnos.
Caminamos por una calle obscura y he visto a los guajiros que susurran en su idioma y no me huele bien la situación. Hace tanto; que en una riña, tuve que matar para salvar mi vida. Era un guajiro jodido èl. Ahora, estos malnacidos como que recuerdan aquello y desean lavar el honor de aquel de su raza. Hasta ahora son mis amigos. Pasa una motocicleta Enduro, chófer y parrilero. Hace mucho ruido el escape de la motocicleta y de improviso, dan la vuelta en u, y los guajiros apenas dice uno de ellos: pégate a la pared, con un revolver en su mano derecha; para su sorpresa el guajiro Juan le pega un tiro con su pistola. El motorizado arranca en caballito, y le pegan un balazo en la espalda; la moto se va sola hacia una pared. Quedan los muertos en la calle obscura.
Caminamos seis cuadras. No hay aguardiente que beber. Vamos a casa de Dinorah, oh, Dinorah de mi corazón. Està sola. Lleva unos pantalones cortos, muestra su trasero bello. Sus tetas casi al aire, puyuitas, como apuntando al cielo. Los guajiros piden tres botellas y ella encantada. Bebe con nosotros y nos pone en un equipo de sonido a Felipe Pirela.
Es una pequeña fiesta. Le pedimos comida y ella trae cochino con chorizos. Bebemos mucho. Yo he estado mosca, pendiente. La llevo a su cama y cuando copulábamos, se aparecen los guajiros cayéndose de la borrachera. Ella esta de acuerdo de que entren en el juego a cuatro. Nos volvemos loco con Dinorah. Todos contentos. Después dormimos. Yo, estaba atento. Los tres eran palos caídos. Desnudos y allí en aquella cama , de la cual sentí asco. Fui adonde mis pantalones y saque aquella daga larga, la inscripcion en su hoja, Y harè una estatua, con la costilla de un chivo y la sangre de un valiente.^^ Fue sencillo, a ambos le hundì mi daga en sus corazones. A Dinorah la despertè. Sacamos los cuerpos a la calle y por mi nombre, Abdenago, no me acuerdo de nada.