Lo que piensas que es un engaño, no lo es.
Lo que crees que dicen para engañarte, no es verdad.
Lo que imaginas que hizo antes de engañarte, no sucedio.
Solo hasta que tienes las pruebas concretas en tus manos todo lo anterior es cierto.
El artificio de engañar es admirable en muchas personas hasta que no tienen vuelta a tras y son descubiertos en todas sus mentiras.
Lo que hacemos para engañar, es creer que es verdad lo que nosotros decimos y luego pensar que la otra persona nos creerá, lo cual ya es un engaño total.
Pues la necesidad de engañar en el hombre es para tapar algo mal hecho y en la mujer es para descubrir algo nuevo.
Lo emocionante de engañar se convierte en aditivo hasta que es remplazado por otra nueva experiencia. Por lo que la droga del engaño se vuelve el comportamiento típico para mantener relaciones con muchas parejas.
Lo que hacemos es engañarnos a nosotros y dejar que la otra persona se sienta engañada.