Un caraqueño típico en un día típico en este país no tan típico llamado Venezuela

Si bien es cierto que cada individuo tiene derechos propios, también tiene deberes. Y le corresponde al mismo hacer valer ambos. Sin embargo, al momento de poner en práctica tus derechos, se debería tener al menos un pequeño grado de empatía con los demás para que, al hacer lo que hagamos, perturbemos lo menos posible a los que nos rodean; ¡Venga! Esto da cuenta de la inteligencia emocional que hemos desarrollado. "¡¿Pero qué esperar de una sociedad tan deteriorada como Venezuela, si el gobierno no hace nada?!".

Ejemplifiquemos mejor esto para verlo en un evento cotidiano del caraqueño. Aquel caraqueño que se levanta a las cuatro o cinco de la mañana para ejecutar nuevamente su rutina de atender a sus hijos antes de mandarlos a la escuela y mandarse a sí mismo al trabajo.

Se monta en su estación y va tranquilamente apiñado como si fuera usted en el último tren el día del apocalipsis. Frente a usted, va un grupo de jóvenes que hablan libremente sobre su vida, esta incluye; embucharse con alcohol, ingerir drogas (marihuana en su mayoría), fumar cigarretes y narguile, recostárselo a fulana mientras se besaba con mengana, entre otras cosas típicas de un puberto que no pasa de 17 años; ¡Sí! Típico, cosas que hacen los muchachos de hoy en día, cosas tan iguales como cuando usted iba a casa ajena a preguntar si estaba su mejor amigo (a) de la infancia pero solo ocurría en su mente porque sentía vergüenza y le daba pavor acercarse a la casa de esos padres que veía como monstruos.

"¡Si cabe una aguja, quepo yo!" -Fémina, ronda los 40 años, ronda los 80 kilos.

Un par de estaciones más adelante, aborda con empujones y actos contorsionistas (lo cual está bien si él lo hace, pero, si lo hace otro, es terrible) un señor que debe estar cerca de los sesenta, todos se incomodan pero todo está bien, ya aclaramos que es un día típico caraqueño. Dos estaciones más adelante el señor estalla ante tanta verborrea del puberto y comienza a pedirle que cuide su lenguaje, está siendo muy grosero y eso incomoda; incomoda saber a quién besó y cómo, incomoda saber la dirección de la chama con la cual gastó los condones ultracaros con sabor a menta que compró en el Locatel de algún lugar. a lo cual el joven responde con una frase -también típica- del caraqueño: "Si no te gusta, te vas en un taxi" Y todas las personas a su alrededor botan una carcajada como cuando se está en una presentación del Conde del Guácharo (cuando las había y se podía ir).

Ahora podríamos preguntarnos ¿El señor es muy conservador? ¿El joven tiene razón al responder así? ¿Es bastante gracioso ver la calidad de nuestra lengua tan dañada? Algunos estarán de acuerdo con el joven, otros con el señor, otros con ninguno y otros que se reirán también. Pero ¿qué realmente hay debajo de todo ese escenario que cada vez se repite más en todas sus formas posibles?

Se metió a la fuerza y golpea todo Mejor sonríe que te puede apuñalar.

Se podría presumir un desgaste en los valores, una mala educación, una etapa de rebeldía. Y así se justifica el maltrato al espacio y la integridad de otra persona y continuamos con nuestro día a día. Pero el problema está, y continuará mientra se siga creyendo que es responsabilidad de un otro y no de uno. Claro, Si nuestro locus de control está afectado, y creemos que lo que pasa a nuestros alrededores no depende de las acciones que ejecutemos a diario, no haremos algo para cambiarlo y seguiremos perpetuando ese comportamiento salvaje y hostil justificándolo con un "Esto no lo cambia nadie" y "¿Qué puede hacer uno?".

Podríamos comenzar a pensar en los demás, y dejar de ser tan egoístas. Desarrollemos nuestra empatía, solidaridad, cooperemos con otros. Respetemos a los demás, a su espacio y no dejemos que los valores típicos positivos queden en el olvido como algo irrecuperable.

Solo para terminar, cerrar este escrito y salir a romper las reglas. Porque la disciplina ¡No funciona!