Querida hermana:
Hace tiempo que quería escribirte una carta. Sucede que las mareas y vientos no son medios idóneos para comunicarte ciertas inquietudes que me vienen embargando hace varias décadas. Me es necesario para ello recurrir a esta construcción esquemática que conforman las palabras. Claro que estoy dando por supuesto que también vos has aprendido el lenguaje humano. De ser así, no solo podrás comprender lo que te escribo, sino que probablemente te hayan asaltado similares preocupaciones a las mías, ya que la reflexión que las origina no puede darse sin la mediación de la palabra.
En tal caso, es posible que, como yo, te hayas preguntado sobre tu propia identidad. ¿Qué somos, hermana? Responder que somos ciudades no hace más que postergar el problema hacia nuevas definiciones. ¿Somos acaso el territorio que ocupamos?, ¿los montes, ríos, mares que nos conforman...? ¿Somos más bien el conjunto de seres que nos habitan?, ¿las plantas, los animales, los hombres…, la población, en definitiva?, ¿somos los edificios, calles y plazas?, ¿o los sucesos que van aglutinándose en un tiempo pasado y que estimamos como conformadores de nuestra historia? Podríamos aventurar que somos un poco de todo eso, sumar incluso otras definiciones, pero no por eso entenderemos resuelto el problema de la identidad.
Tenemos un nombre, vos Montevideo, yo Buenos Aires, pero ¿acaso esos nombres nos definen por sí mismos? Nuestro nombre nos fue impuesto arbitrariamente en el momento de nuestra fundación. Sí, ahí hay algo que podemos afirmar. No existimos desde siempre, al menos no individualizadas como ciudades portuarias; tenemos en efecto un inicio, fuimos fundadas, fuimos creadas, hemos nacido en una fecha determinada. Nuestros creadores, nuestros padres, fueron los hombres; o más bien el aspecto político de estos. Somos, en efecto, hijas de la división política. Y en virtud de eso el ancho espacio de agua al que llaman Río de la Plata es el límite que demarca nuestras dos individualidades.
Estas disquisiciones que te confiero no son vanas; a partir de ellas, y de otras muchas que me reservo para otra ocasión, es que atisbo lo efímero de nuestras existencias. Si bien puede ser cierto que mucho de lo que nos conforma existía ya antes de nosotras y seguirá existiendo después, no puedo dejar de pensar en nuestra finitud.
Me despido.
Tu hermana, Buenos Aires.
Para participar de este concurso: Cartas al viento - Semana 2
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¡Gracias, Cervantes|
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Gracias @loreennaa-hh.
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¡Felicitaciones! reyvaj (59) ¡Qué bien estructurada está tu carta! Éxitos.
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Gracias @numa26.
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Muchas gracias, @reyvaj, por participar en esta segunda edición del Concurso Cartas al viento, promovido por La pluma mágica.
Recibe mi cordial saludo.
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Muchas gracias @oacavedo.
Ha sido muy entretenido participar. Muy buena iniciativa.
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