Bajé a buscar la luna.
Explico.
Vivo en un edificio pequeño, rodeado de edificios mucho más altos y no siempre permiten ver lo bello del cielo.
Es casi triste pero me consuela poder ver siempre la cruz del Ávila desde la ventana de mi cuarto.
Bajé a buscar la luna pero no la encontré por ninguna parte.
Abrí la reja y salí del edificio, salí a la calle, en ropa de estar en casa pero de noche, con pocas posibilidades de encontrar gente que juzgue mi atuendo… pero con más riesgos.
El riesgo lo asumí.
Pareció peor quedarme con las ganas de ver la luna.
Crucé las fronteras de la calle en que vivo y me adentré en otras, conocidas pero ajenas. Entonces, detrás de un edificio de unos cinco pisos, que tuve que circundar un poco, la encontré.
Estaba ahí, enscondiéndose inútilmente, pues tenía medio cielo iluminado. Cuánta luz.
Luna menguante. Está menguando la luna en este momento.
Lo sé porque hace dos días, escuché la explicación a cielo abierto cuando, extasiada como hace un momento, miraba hacia arriba complacida por tanta belleza, y pensé en voz alta: luna llena.
Y un campesino que estaba al lado me comentó que dentro de poco podría sembrar las matas de cambur porque la luna estaría menguante.
Le pregunté cuánto tiempo duraba la luna estando llena y respondió “dos días”. No he verificado que la información sea cierta, no lo he consultado con nadie. Sin embargo confío.
Parecía que sabía de lo que hablaba.
Yo no había entendido qué relación tenían los cambures con la astrología y me explicó algo bien curioso: si siembras las matas cuando la luna está menguante los racimos nacen juntitos, si lo haces en otra fase lunar, nacen separados, cada racimo a distancia del otro así que son menos los frutos.
No tengo idea de cómo funciona pero lo creo.
Entonces la cita con la luna menguante era hoy. Porque hace dos días empezó la luna llena. Dos días después… Menguante. La luna que se me quiso esconder pero no pudo. No pudo porque yo la quería ver.
Y cuando quiero ver algo, cuando quiero ver a alguien, lo hago.
Eso debería saberlo ya.
Tal vez solo quería que la encontrara.
Pues bien, yo la encontré.
Maria Fernanda Salazar
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"Y esa noche, la luna se puso bonita, clarita que Pedro se asusta si pasa un alcaraván..."
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