Por un evento fortuito de un grupo católico dos chamos se conocieron durante una semana sin igual. Habían 300 jóvenes que solo querían alabar a Dios entre actividades, risas y oración. Estos dos disfrutaron de los mejores 7 días junto a personas igual que ellos, hasta encontraron a su media naranja. Al final de la semana con mucha tristeza se tuvieron que despedir, intercambiaron números con la esperanza de volverse a escuchar.
Ella volvió a su vida capitalina llena de estrés, preocupaciones y chismes al dente. Sin tiempo para el amor.
Él regresó a su vida tranquila y relajada, visitando a la Divina Pastora cada 14 enero como es debido. Pensando en qué debía hacer.
Nunca pensé que me escribiría, pensé que nos quedaríamos con ese beso, con ese juego de fútbol, con ese helado tan delicioso, con solo las fotos que capturaron esos hermosos momentos...
Valío la pena darle mi número y mis redes sociales.
Cada día en la tarde-noche nos conocíamos más a fondo vía telefónica, usamos las redes para mandarnos memes y fotos, contándonos experiencias previas y creando futuras experiencias.
Me dí cuenta de que poco a poco uno puede ir construyendo su propia historia de amor: actuando bien, preocupándose por el bienestar del otro, siempre con la verdad por delante, sin malos entendidos, confiando siempre en Dios pues Él nos unió.
Seguimos adelante para ser más que amigos, para crear un amor sincero y duradero que se sale de lo rutinario y lo cotidiano, empalagarnos en ciertos momentos, sarcásticos en otros pero siempre con el respeto presente.
No nos importa lo que digan de las relaciones a distancia porque somos nosotros los protagonistas y autores de nuestra historia que en cada página se pone más interesante... Pero dime tú, con un amor imperfecto, loco, raro, de esos que te hacen sujetar su mano y volar hasta el más allá; ¿quién no se va a enamorar?
Este 14 de febrero cumpliremos 21 meses de relación.
