El Guerrero Jaguar - El lobo, la sombra y el halcón, parte 2

La sombra así se llamaba, antes había tenido un nombre glorioso que al solo decirlo causaba terror. Ahora estaba confinado en esa cueva en la montaña, esperando crecer en poder para que su nombre original pudiera pronunciarse de nuevo. Su mente iba y venía entre el pasado y el presente, vivir tantas vidas provocaba esas reacciones.

Cuando creía que por fin se había desecho de ese hombre y por fin tendría todo el espacio para replegar su poder; se topó con otra nueva molestia. Un niño noqueó a sus únicos vasallos. No exento, también influyó en el control que poseía sobre estos. Sus pensamientos le mostraron la escena otra vez.

“-¿Por qué vinieron sin él?- preguntó molesto, la oscuridad que emanaba creció, sentía cada parte de la cueva, así como a sus sirvientes.

Asha lloraba desmesuradamente, se encontraba arrodillaba con las manos en la cara, apenas podía escuchar lo que decía Maverick.

-¡Silencio!- no gritó, ni alzó la voz, fue un susurro en forma de orden lo que se esparció por toda la caverna. -Prosigue- ordenó al callarse Asha.

-Me tomó por sorpresa señor, pensé que lo tenía y de repente me repelió… No pude hacer nada, llegaron los militares y los familiares- arguyó Maverick, pero había indecisión en su voz.

La sombra introdujo lentamente sus hebras en el cuerpo de su sirviente, no duró mucho para atisbar todo lo que este decía, captó algo que le inquieto. Su vasallo estaba dudando en proseguir con sus metas, ¡cómo era posible! Habían quebrado las cadenas que trazó en torno de la mente de este, a tal punto que ya no mataba sin miramiento.

-¡Mientes!- dijo, el sonido de su silenciosa voz ingresó en Maverick y le causó un insoportable dolor, tanto mental como físicamente. -¡No vuelvas a dudar!- clamó, decidió aplicar la misma tortura un poco más.

Los gritos de Maverick se propagaron libremente por el entorno, lo delicioso de todo ello era ver a Asha sin hacer nada, no movía ni un dedo por liberar a su compañero. Ahora Maverick estaba arrodillado y llorando. Le gustaba fustigar a las personas hasta la muerte, sobre todo cuando las cosas salían mal, pero no podía excederse con sus dos siervos. Siglos pasados si hubiera sido capaz de prescindir de cualquier idiota que se le rebelara, los tiempos cambiaron, ya no contaba con el mismo número de súbditos. Esos dos eran lo mejor que tenía.

-¡Lo lamento señor, no volverá a pasar!- dijo Maverick, aguantaba las ganas de llorar. El hombre mantenía la cabeza gacha.

Odiaba esas escenas, por lo que movió sus hilos oscuros, tanto en Maverick como en Asha, les volvió a remover sus emociones. Tomó algo de tiempo, pero restauró las lealtades que debían tenerle.

Volvió al presente, se hallaba solo en la cueva, sus sirvientes habían salido a buscar un nuevo siervo, uno que sustituyera a Cristian. Su nebuloso cuerpo chocó con rabia contra varias partes de la caverna, estaba enfurecido. Temía que Cristian estuviera enseñando al joven como usar su oscuridad, que lo entrenara para derrocarlo. Por eso considero evitar un tiempo a su nuevo enemigo. Lo que vio en la mente de Maverick no era ninguna ilusión, este nuevo Guerrero Jaguar era distinto.

Su némesis de todos los tiempos estaba cambiado con ese nuevo huésped. Vinieron oleadas de imágenes que llevaban miles y miles de años en su mente. Cuántas veces ese odiado Guerrero Jaguar lo confrontó, derrotó y encerró; perdía las cifras. Su cuerpo se expandió al enojarse chocando con todo lo sólido. Las cosas estaban siendo distintas ahora, tenía bajo su régimen unos cuantos dioses, pronto tendría con él a otro, pero sería un caso especial y lo disfrutaría cada momento.

No duró mucho su rencor, deseaba ver al próximo recluta a sus pies, se deleitó con esa perspectiva. Fantaseó con los frutos que daría esa alianza, veía materializarse un cuerpo nuevo próximo y luego la expansión de su poder por el mundo.

…
-¿Nada todavía?- quiso saber el oficial Carlos, su estado emocional bullía de impaciencia, -¡Llevamos una semana sin conseguir quien es la mujer!- se quejó.

-No es mi culpa Carlos, estoy haciendo lo que puedo- replicó Cecilia, la secretaría de la oficina.

Estaban en la comisaría de Macuto, en esos momentos todos almorzaban, por lo que en la oficina no transitaba muchas personas. Aun así, relucía el desorden en todos los cubículos carpetas regadas, hojas amontonadas en las papeleras, vasos de café por los suelos hechos añicos. Carlos se decía una y otra vez que era culpa del nuevo director, era demasiado sumiso, ese tipo de liderazgo causaba que todo se convirtiera en un caos.

-¿Puedo ir a comer?- suplicó Cecilia. Carlos oyó el rugido del estómago de su secretaria, incluso el suyo propio se hizo oír.

-Está bien, ve a comer- dijo observando la hora, ya era la una de la tarde.

-¿No vendrás?- preguntó Cecilia un poco preocupada del aspecto de su jefe. -¡Deberías comer algo, estas flacucho!

-¡Ja! Ojalá mujer- repuso sobándose la barriga. -¡Pero! Debo encontrar quién fue esa desgraciada que golpeó a mi sobrino… Aunque no se- se dijo con desespero. -No tengo nombre, solo tres descripciones vagas de unos adolescentes. Rematando con el hecho que los médicos dicen que no parece un acto de una sola persona, sino de varios- terció poniéndose una mano en el mentón.

-Deberías comer Carlos, o sea, en algún momento daremos con ellos quienes fueran- manifestó la secretaria, -Sabes que podemos preguntar en las calles, no creo que esos agresores sean de otro mundo- indicó ella, mientras se arreglaba el vestido.

Carlos le hizo las señas de que fuera a comer. Cuando Cecilia desapareció por la puerta se quedó analizando todo. Sentía ira todavía, incluso después de toda esa semana. Se enteró por su hermano del suceso, lo primero que hizo fue ir directamente al hospital, entrevistó a todo el personal que estuvo presente tanto las chicas, representantes y sobre todo su sobrino.

-¡Terco igual que un Galeón!- se dijo asimismo.

Rony había sido demasiado misterio, no le dio las suficientes descripciones del evento. Las muchachas fueron más específicas. Intuyó que su sobrino le ocultaba cosas. Había presenciado tantos interrogatorios que le era fácil oler las mentiras. A su vez se frustraba de la tecnología que contaba, el sistema de rastreo era una porquería. Si quería encontrar a esa mujer debía ejercer el método habitual, los contactos.

Asintió la cabeza para sí mismo, había perdido demasiado tiempo.

-Todavía en eso camarada- dijo Figueroa, apareció por el pasillo sonriente y con un vaso de café oscuro en la mano izquierda.

-¡Si!- contestó Carlos secamente.

-¿No te parece extraño…

-No vuelvas con eso Figueroa- gruñó de malhumor.

-Solo digo, van dos coincidencias- señaló con un aire de confianza. -Figueroa nunca falla.

Figueroa era una persona muy excéntrica, pero era verdad pocas veces sus deducciones raras habían errado. Él fue quien detectó corrupción en la antigua directiva, aunque a veces Carlos pensaba que estuvo inmerso en esa mafia, como algo no le cuadró, dio el soplo para tumbar a los que quería.

En el momento que Figueroa le dijo sin tapujos que su sobrino tenía alguna relación con lo del Jaguar, casi lo golpea por semejante injuria, pero varios compañeros lo retuvieron. Justo en ese instante sopesó darle una paliza.

-Eres detective igual que yo, tu deber es sospechar- objetó el silencio de su compañero.

Y Carlos lo sospechaba, no desechaba la idea, solo quería dejar esa opción para último segundo.

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