Una vez más frente al papel, en un laberinto sin salida, al encuentro de su más grande angustia: La pérdida de su musa. Luego de ser reconocido por The New York Times y posicionarse en el puesto #1 de los libros más vendidos de todo el mundo, Jorge yacía derrotado en su vieja cabaña de campo, en un desgastado sillón maloliente, a la espera del regreso de su musa, esa que le había permitido no uno, sino muchos éxitos en su carrera como escritor.
Un día más en que las horas se le iban entre borrones y maldiciones mientras su frustración crecía cada vez más ¿Qué era lo que había pasado? Se preguntaba. Años atrás podía chasquear los dedos y simplemente escribir obras enteras merecedoras de múltiples premios y ahora pareciera que simplemente no quedara nada, no podía encontrar dentro de sí aquella luz que una vez hizo de él un gran escritor.
Luego de estar encerrado por meses en su penhouse contemplando como sus ganas de escribir se reducían a tal punto que al encontrarse con su amada libreta de notas no sentía otra cosa que asco por sí mismo y por su trabajo; pasaba las noches entre alcohol y sexo, fiestas y encuentros casuales en bares, después cuando la culpa le atacaba se justificaba diciendo que en pocos días tendría lista la siguiente obra que superaría a los clásicos de Shakespeare, Cervantes, Homero, Nietzsche, MacGregor y hasta el mismísimo Poe.
Disfrutaba del reconocimiento de todos en los círculos de lectores y se vanagloriaba por sus grandes éxitos a tal punto de pensar que sus palabras quedarían inmortalizadas por siempre y que él era el mismísimo creador, pero sus sueños y deseos, así como su ego se vieron truncados al recibir la llamada de su agente quien le exigía incesantemente que enviara de una vez por todas el tan anhelado manuscrito.
Al verse atrapado decidió que era hora de ponerse en marcha, tenía que escribir ese manuscrito como si su vida dependiera de ello, de lo contrario su carrera y su fama se verían en picada hasta convertirse en uno más de los olvidados, como solía llamarle a aquellos escritores quienes un día fueron reconocidos y sin más terminaron en la calle al no poder mantenerse dentro del juego. Jorge simplemente no podía permitirse dejarse caer, tenía miedo al fracaso y aunque su vista en estos momentos resultase empañada por una niebla blanca que le impedía ver su futuro, no iba a dejar que un mal momento le hiciera acabar con todo lo que una vez soñó tener. Este era su mejor momento, con o sin su musa entregaría ese manuscrito. Después de todo, ¿qué escritor no se encontraba en algún momento en esa situación?
Ese mismo día organizó un viaje, tomó su libreta de notas, su taza de café preferida, esa que una vez compartió con su amada Isabel, un suéter cómodo que siempre usaba al ir al campo y algo más de ropa. Llamó a su asistente y le pidió que no le pasara llamadas de nadie, le anunció que se iría de retiro, necesitaba paz y que en caso contrario que no cumpliera con su mandato se diera por despedida. Jorge no estaba para bromas, esta era su oportunidad. Partió tan pronto como el tráfico de la ciudad se lo permitió, se tomó el tiempo para pasar por una tienda comprar todo lo que necesitaba para este viaje, comida, medicamentos, cigarros, cuadernos, plumas y café.
Pese que en la cabaña contaba con todas las comodidades para escribir fácilmente en un computador, Jorge prefería hacerlo de la manera antigua, al contacto con la tinta y el papel, puesto que esto le proporcionaba una sensación de auténtico trabajo cosa que no experimentaba al trabajar con la tecnología, además estar cerca del computador podía ser una distracción y quería mantenerse enfocado.
Esperaba ser reconocido al pagar sus compras pero Jorge no recibía más que miradas de asco y miedo, la gente lo trataba con desconfianza y no se atrevían a mantenerse cerca. Indignado ante tales reacciones no perdió la oportunidad de mirarse en uno de los espejos de la tienda, lo que vio le impactó de tal manera que se apresuró a pagar sus cosas y marcharse, no tenía tiempo que perder, luego de pasarse meses en vicios lo menos que podía hacer era darse prisa.
Partió de aquel lugar con su cabeza llena de ideas y reproches mientras en su estómago aquella punzada crecía con cada paso que daba, se había convertido en un ser despreciable, su aspecto estaba hecho un desastre y ahora comenzaba a sentirse mareado. Recordó su imagen en aquel espejo. ¿Cómo se había convertido en eso?
Jorge, el que antes era un apuesto hombre de facciones bien marcadas, piel blanca, cutis perfecto, ojos color avellana y cabello negro azabache, ahora no era más que un esperpento, su cara lucia desgastada por lo años, marcada por notables arrugas que se asomaban de sus ojos y también su frente, sus ojos cansados y llenos de ojeras, su cabello opaco y reseco y esa barba mal cuidada que ahora le daba una apariencia aterradora y lo acercaba más a un indigente que a un escritor.
Esperemos que la musa llegue y continue el cuento.
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eso no vale!!! cuando la cosa se estaba poniendo buena... ese Jorge de alguna manera es el reflejo de todos los que amamos la escritura, el miedo a que un buen día ya no tengamos otra idea... a mi particularmente ese miedo me ha atormentado en mas de una ocasión... Fuerte abrazo Alexa, soy tu fan!!!
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jajajaja. Ten paciencia, quizá luego sepamos qué pasó finalmente con Jorge o quizá no.
Gracias Arturo.
Un abrazo.
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Gracias por compartir tu contenido con la comunidad de El Arca (@elarca), el mismo ha sido votado por nuestra iniciativa de curación artística @stellae.
Si deseas puedes delegar SP al proyecto: Delegate 25 SP | Delegate 50 SP | Delegate 100 SP | Delegate 250SP | Delegate 500SP o seguir nuestro trail de curación en Steem Auto.
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Muchas gracias por el apoyo.
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Que cuento tan bueno. Pobre Jorge, ojalá sus situación mejore. La verdad es que quedé con ganas de leer más, es decir, estaba todo muy bueno!!! ¿Tendrá segunda parte?
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Muchas gracias Adriana, esperemos que Jorge pueda sentirse mejor, quién sabe, quizá se anime a escribir la segunda parte.
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