Hablar de Copiapó, capital de la región de Atacama, en Chile, nos lleva a pensar en una zona desértica, árida, improductiva. Pero realmente no es así.

Puerto viejo en Copiapó.

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Este es un desierto árido y fértil a la vez. Es un trozo de trópico en el circuito playero del desierto. Desde allí hacia el norte, el circuito se conecta con el Parque Nacional Pan de Azúcar. Un tesoro de la biósfera que sorprende por su belleza escénica. Clásicas son las producciones de aceituna que se dan del olivo junto a su brebaje típico, el vino Pajarete, que con el dulzor de su sabor seduce a todos aquellos que lo prueban y visitan el maravilloso Valle del Huasco y se deleitan con sus mágicos paisajes entre la cordillera y el mar. La región tiene quince cumbres de más de seis mil metros sobre el nivel del mar. Estas constituyen la Ruta de los Seismiles, coronadas por el Ojos del Salado, volcán activo más alto del mundo. Aquí está el Parque Nacional Nevado Tres Cruces, que conserva las muestras de ecosistemas altoandinos más australes de Sudamérica. Por la costa, desde la Caleta Chañaral de Aceituno, se puede zarpar en lancha para ver a ballenas y delfines surcar. Tomado de https://www.sernatur.cl/region-de-atacama/

El 05 de agosto de 2010 ocurrió un hecho que trascendió al mundo. 33 mineros quedaron atrapados a más de 700 metros de profundidad, dentro de la mina San José, ubicada en Copiapó, comunidad de la región de Atacama.
El derrumbe en la mina San José ocurrió aproximadamente a las 14:51 (GMT-4) del jueves, pero la empresa San Esteban Primera S.A., propietaria del yacimiento, recién informó del mismo a las 19:30, demorando el inicio de las tareas de rescate hasta las 22 horas. Ya los daban por muertos. Esta mina ya había sufrido eventos fatales en 2004 y 2007.

Mina de San José. (Extracción de oro, plata y cobre).

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Ese mismo día se hicieron presentes los familiares de los mineros accidentados, quienes se instalaron en carpas del otro lado del cerco de la mina formando un asentamiento que sería conocido como Campamento Esperanza, que llegó a albergar a más de tres mil personas.
Ante la inacción de los representantes de la mina el pueblo se activo y con ellos, los medios de comunicación, que pronto lograron que la noticia corriera por todo el planeta.

El presidente chileno, Sebastián Piñera, que había tomado posesión durante el mes de marzo de ese año 2010, enfrentaba un gran problema que involucraba a 33 mineros, de los que no se tenía certeza que estuvieran vivos, pero que eran respaldados por más de tres mil familiares, amigos y vecinos de Copiapó, que luego, gracias a la globalización, se convertirían en los mineros de todo el mundo y prácticamente, en más de mil millones de telespectadores.

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Piñera, dubitativo, envió a su ministro de servicios geológicos y minería a solventar la situación, sin comprometer al gobierno. No había nada que augurará un éxito en el rescate. Tenía muchas dudas al respecto, pero al final le dio todo el apoyo económico y político requerido para esta difícil misión.

Sin embargo, el empeño del ministro, el respaldo que recibió Piñera de las naciones más avanzadas en tecnología geológica y minera y la mano de DIOS, permitieron que se ubicara el refugio donde se habían resguardado los 33. Esto ocurrió el 22 de agosto de 2010.

Primer mensaje de los 33.

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Pronto hubo un canal de comunicación. Les enviaron todo tipo de pertrechos para aliviar sus penurias y pudieran sobrevivir al rescate. El 13 de octubre de 2010 se dio inicio a la operación de rescate de los 33 mineros. El propio presidente los fue recibiendo uno a uno, a bordo de la cápsula Fénix II, diseñada por el ingeniero chileno Alejandro Poblete, junto a su asistente Claudio García.

Cápsula FénixII

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No sé si fue suerte del presidente o el destino de los mineros, pero estos eventos llevaron al recién instalado gobierno chileno a nivelas muy altos de aceptación y popularidad.
Han transcurrido ocho años de aquellos trascendentales acontecimientos que involucraron a 32 mineros chilenos y uno boliviano y curiosamente, Piñera sigue en la cresta de la ola. No sé si fue su eficiencia como empresario, su olfato político o su apego al respeto por la vida de los mineros, pero, sin dudas, logró triunfar y nuevamente es presidente de esa gran nación, que es Chile.

Quiera Dios, que algún día mi país, Venezuela, tenga un presidente de ese tenor. Quizás otro sea el destino de mis compatriotas y el mío propio.

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Alí Riera.