En la clase de español, la maestra les pide a los niños que escriban un ensayo de tema libre y un niño escribe lo que sigue:
Cuba es una palabra SAGRADA. Es la palabra que más yo he oído
en mi vida. Creo que las primeras palabras que oí al salir del vientre
de mi madre fueron las de mi abuelo gritando: ¡Qué viva, llegó al mundo otro cubano!
Cuba es una palabra que, cuando el noticiero la menciona, yo sé que me tengo que quedar calladito, porque si no me callo, tengo que oír a toda la familia regañándome y diciéndome: ¡Cállese la boca, muchacho, que están hablando de Cuba!
Y si es en la televisión americana que mencionan la palabra 'QUIUBA', ya yo sé que tengo que atender y estar listo para traducir, porque el abuelo inmediatamente, como un resorte, me va a preguntar:
A ver, a ver, ¿qué están diciendo de Cuba, mijo?
Pero a mi alrededor Cuba no es una palabra. Cuba es como un credo, como una religión. Tal parece que todos en mi casa tienen a Cuba en un altar. Cuba es una obsesión.
Yo me imagino que hasta el agua bendita de las iglesias debe de provenir de algún río de Cuba.
Con lo fuerte que es mi abuelo, y con lo mucho que me ha repetido en mi vida que 'los hombres no lloran', yo lo he visto llorar a él algunas veces mientras me hablaba de Cuba.
Cuba es como una sombra que me sigue a todas partes. Cuba está en las conversaciones, en las discusiones, en las fiestas, en los velorios, en los periódicos que lee mi abuelo, en forma de islita en una cadenita que me regaló mi abuelita, y hasta en la fiesta de quince años de mi hermana.
Tener la sangre cubana, esa que tanto mi abuelo me dice que yo tengo, es muy bueno, porque me permite ir a McDonald's y a Burger King, y después llegar a la casa y comerme unas croquetas y un batido de mamey, puedo disfrutar de la música de aquí y al mismo tiempo me encanta cuando oigo a Celia Cruz diciendo: ¡Azucaaaaaa!
Mis compañeros de colegio tienen una sola patria, yo tengo dos: la mía y la de mis abuelos.
Ellos tienen sus héroes nacionales, yo tengo los míos y los de mis abuelos. Es más, mis compañeros de colegio no tienen el privilegio de saber quiénes fueron José Martí, Antonio Maceo o Máximo Gómez. Y yo sí sé quiénes fueron porque mi abuelo me lo ha enseñado.
¿Qué dónde está Cuba? Si alguien me lo pregunta, yo le señalaré con el dedo índice el pecho de mi abuelo. Olvídense del mapamundi.
Ahí está Cuba, ¡en el corazón de mi abuelo! Pero mi abuelo y yo no siempre estamos de acuerdo en lo que es Cuba...
Para mí Cuba es José Canseco y para él es Orestes Miñoso; para mí Cuba es Andy García y para él es César Romero; para mí Cuba es Gloria Estefan y para él es Olga Guillot; para mí Cuba es Willy Chirino y para él Barbarito Diez.
Para mí Cuba es la Salsa. Para él Cuba es rumba y guaguancó.
Cuba, según el mapa de este colegio, está en el Caribe, pero la verdad es que Cuba está en mi hogar..
Cuba está dentro del refrigerador de mi casa. Cuba está en el patio de mi casa,
en las matas de aguacate y de guayaba que sembró mi abuelo.
Cuba está en el almuerzo que me prepara mi mamá y en el café que cuela mi abuela.
Y no sé la calificación que recibiré por esta composición, pero no me importa.
Yo estoy contento porque estoy seguro de que mi abuelito, con lágrimas en sus ojos, me dará una A.
Un cubanito
(publicado por C.A.)
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