Jugando al amor.

Recuerdo tu piel como si fuera ayer, sigo teniendo sed.
Mis manos se estremecen cada vez que tu nombre se asoma por las ventanas de mi memoria.
No olvido tu mirada, tu voz, que me incitaban a correr aún más.
-No pares por favor- y joder como lo decías que parecías tener alas mientras volabas encima de mí.
Era una final en la que teníamos que ganar.
Lo dimos todo y por suerte terminamos empatados. O eso creía.
Tu te llevaste el premio a la mejor jugadora y yo me conforme con el de mejor portero,
por recibir y cubrir tus ansias.
Y cuando acabo la celebración: la fiesta de tu cuerpo sobre el mío.
Diste la vuelta y te fuiste sin mirar atrás.
Yo me quede en la sala de prensa contando nuestra gran noche,
nuestra increíble historia. Nuestra. O esa creía.
Tiempo después, a falta de tu complicidad,
termine por confesar nuestro consumo de drogas
(el alcohol para ser exacto) para tener un mejor rendimiento en el campo de fuego.
Carlos Salem (creador y presidente de la organización mundial de FOLLAMANTES)
me envió una carta felicitándome por la bonita noche que nos dimos.
Me dijo también que era legal el consumo de estos líquidos en este tipo de juegos.
Que a veces hasta hace falta para sacar a flote los deseos perversos.
Lubricante social es el nombre que le pusieron.
De todos modos, no me sentí bien por dentro.
Has dejado un sabor amargo en mi vida.
No nos abrazamos cuando termino la cacería.
Tu no despedida es el foul del que me recupero aún.
Eso me pasa. Te has ido y me has dejado mal herido. Desde entonces en cada juego no soy el mismo.
Jugando al amor.