El Mesías disfrazado de indio

in cervantes •  6 years ago  (edited)

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No sé por qué, pero es llegar a un nuevo país y me gusta vestirme como ellos. Sentirme como ellos. Lo raro luego, es que nunca me disfracé en carnavales. Quizás no sea lo mismo vertirse como alguien que disfrazarse de alguien. Quizás.

Sé que algunos de vosotros ya me conocéis por mis anteriores posts (ya tengo más de 20 seguidores en steemit, lo cual me dice, que tal posibilidad existe).

Aún así ¡me voy a atrever a contaros mis historias como si fueran auténticas hazañas! ¡o proezas! ¡según se mire! ¡cosas que ni el auténtico Gandhi hubiese hecho en vida!

Corría el año 2017. Me encontraba en Agra (sí, donde está el Taj Mahal) cuando de repente me ví envuelto en un acontecimiento púramente diabólico. Unas cabras comenzaron balitar con fuerza sobre mí: ¡meeeeeeeeeeeeeeee! ¡meeeeeeeeeeeee! (para el que no lo sepa, balitar es al balido lo que el ladrar al ladrido).

Yo, apabullado por tal situación, intenté comprender lo que me estaban diciendo o balitando. Me bloquée. Intenté defenderme con lo que lo tenía más a mano. No encontré nada cerca salvo unos trozos de pan que me sobraron del almuerzo y que guardaba para una posible merienda.

Entonces, en ese preciso momento en el cual una de ellas quería morderme un brazo, pensé: "Quizá tengan hambre estas cabras". Y mi caridad, junto con mi miedo, hicieron una labor social importante. Calmé el hambre de esa cabra.

El resto de cabras se quedaron mirando y no probaron bocado pero comprendieron que yo era bueno. Que era el nuevo Mesías. Su salvador. Gandhi hubiese estado muy orgulloso de mí. Lo sé.

Y como todo lo que os cuento se puede apreciar mejor con imágenes, aquí os paso el vídeo de un señor que, atónito por lo que estaba suceciendo, procedió a filmar para el recuerdo.

El siguiente caso que paso a describiros no tiene tanto que ver con las necesidades básicas pero sí con poder conformarse con lo que uno tiene y frenar de esta manera el consumismo desmesurado que nos invade.

Seguía por Agra (sí, en un mismo día puedo realizar varias hazañas o proezas, recordad que soy el Mesías) y ante mí, como ante cualquier otro turista, se me presentó la disyuntiva de visitar el Taj Mahal o no hacerlo.

Barajé las posibilidades. Ví que me tendría que levantar a las 4h30 de la madrugada. Tendría que pagar 12 euros. Hacer una larga cola. Que digo yo, los monumentos por dentro están muy bonitos, pero por fuera también lo siguen siendo. Y al final me dije a mí mismo, y cito textualmente: "déjate de Taj Mahal y con ese dinero te invitas".

Y podría haber hecho eso. Era la opción fácil. Pero no. Mi buena voluntad no me lo permitió.

Rápidamente, sin mediar palabra con nadie (puesto que estaba solo), llamé a un tuk-tuk y le dije que me llevara hasta una zona donde se pudiera ver bien el Taj Mahal, pero por fuera. El señor me contó que había un lugar donde se podía contemplar a una distancia relativamente cercana y que con la puesta del sol, el Taj Mahal cambiaba de color. ¡Wuau! pensé. Si más dilaciones le pedí que me llevara hasta allí.

El hombre, durante el trayecto, me dijo que era padre de familia y que a duras penas llegaba a alimentar a sus hijos.

Haciendo números y teniendo en cuenta que me iba a ahorrar los doce euros de la entrada de tan célebre monumento, procedí a darle cuatro euros por el viaje en tuk-tuk. Sé que para vosotros, lectores míos, no es gran cosa esa cantidad, pero en la India se pueden hacer maravillas con ese dinero. Es más, creo recordar que el señor me pidió menos, pero a mí, como ya sabéis, me puede la generosidad. Y como se dice en estos casos, ni corto ni perezoso, le entregué sus cuatro euros (para quien no lo sepa, tal cantidad, en rupias, es un buen fajo de billetes de todos los colores).

Aquí un ejemplo de cómo se puede usar el equivalente a cuatro euros en rupias a modo de abanico.

También lo invité a un par de cigarrillos que nos fumamos mientras el grandioso Taj Mahal cambiaba de color. Gandhi, en este caso, también hubiese estado muy orgulloso de mí. Lo sé.

Aquí una foto que me echó mi nuevo amigo.

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Éstas son dos de mis hazañas por tierras indias. Tengo muchas más. El Mesías disfrazado de indio va haciendo el bien por donde quiera que va. Podría estar hasta mañana contando historias. Pero con estas dos, creo que por hoy, es suficiente.

Si os ha gustado, y veo que el post tiene buena acogida entre la comunidad de Steemit, seguiré contando más hazañas de este personaje que se llama así mismo: El Mesías.

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