Lo que leerás a continuación forma parte de un compendio de historias cortas, que titule Mi Maquina Onírica, dichas historias son basadas en sueños que tuve en algún momento, quizá inexistente.

La presente lleva por nombre Arlequín.

Un sueño que tuve hace unos 4 años, en esos momentos era una ávida estudiante de esoterismo y me mantenía leyendo libros que de alguna manera jugaban con mi percepción de este plano y de los otros que no conocemos.

Espero les guste

Aún recuerdo el momento en que me encontré con este ser, la forma de su cuerpo era alargada y daba la impresión de un rectángulo en posición vertical, con brazos y piernas bastante delgados con respecto a su tronco; estaba totalmente desprovisto de dermis, era más bien puro musculo y sus ropas se veían pintadas sobre este, de color blanco y rojo, su cabeza terminaba en una forma similar a la de un sombrero con dos puntas que caían a los lados, dándole cierta similitud a un arlequín, a pesar de su aspecto realmente grotesco no sentí aversión hacia él, que sólo me miraba con sus cuencas alargadas donde alguna vez quizá estuvieron sus ojos.

De pronto, todo el ambiente se vino abajo, como un edifico en ruinas diría y y de un momento a otro me hallaba aferrada con mis manos al saliente de un risco, extrañamente no me sentí aterrada y al mirar hacia los lados vi a este ser que decidí llamar arlequín, pero estaba vez no estaba solo, dos figuras se encontraban a su lado, una de ellas era una mujer al menos morfológicamente hablando, tenía curvas pronunciadas, busto y delgada, llevaba una especie de vestido marrón muy parecido al color de su piel, pero lo que realmente me asombro al punto de llenarme de miedo fue su cabeza, si es que eso era; parecía una especie de saco pequeño tejido, del mismo color de su piel y estaba unido a su cuello como si lo hubieran cosido a él.

Detrás de ella se hallaba un joven de mirada vacía, absorto en la nada, vestía una camisa azul y pantalón corto beige, su color de piel era igual al de la mujer pero en cambio está se encontraba cubiertas de cicatrices por donde quiera que miraba, algo que me lleno de pena ya que de los tres él era el único con apariencia totalmente humana.

Entonces por primera vez el arlequín me hablo, no sabría cómo describir su voz, no me pareció desagradable, gutural o limpia, es una voz que no puede ser descrita porque simplemente no pertenece a este mundo. Me dijo que debía arrojar con los pies una pequeña esfera roja a un bote de mimbre que se encontraba bastante lejos, en otro risco más abajo, cuando dejo de hablar apareció entre mis pies la esfera roja que había mencionado, y balanceándome en el risco me dispuse a realizar la prueba, no sé cómo al primer intento lo logre, y antes de llenarme de alegría por ello ya me encontraba en una especie de azotea, totalmente desprovista de muros, con miles de flores que cubrían gran parte del piso, no se veía más que el cielo despejado desde allí, escuche entonces nuevamente la voz del arlequín que me exigía saltar por una de las rampas que de inmediato empezaron a surgir de las esquinas, me dijo: “Debes saltar por la rampa que pertenece al demonio con el que hiciste el pacto”.

El miedo se apodero de mi cuando escuche esto, ¿demonio? ¿A qué pacto se refería? Y ¿Por qué yo no lo recordaba? Me llene de desesperación y salte por la rampa más cercana sin importarme consecuencia alguna.

Aterrice en una casa, con muchas estancias, pasillos y puertas, con paredes grises que daban un aire tétrico, diría que tenía una arquitectura bastante desquiciante, ciclópea. Había en ella sillas por doquier y una chimenea de la cual brotaba un fuego azul, el arlequín estaba trás de mí y dijo: “Esta es tu última prueba, ahora solo tienes que escapar, correr, esconderte, o te hará daño” de pronto desapareció y fue entonces cuando escuche un gran alboroto en una de las habitaciones, no fue sino hasta cuando vi salir a aquella criatura que tome realmente en serio las palabras del arlequín y corrí presa de un pánico atroz.

Este monstruo era vagamente humanoide, poseía brazos, piernas y un tronco, era regordete y su piel grisácea, su cabeza no era más que un montón de tentáculos igualmente grises que se movían desordenadamente, venía detrás de mí, aunque se hallaba desprovisto de ojos me seguía con bastante agilidad y el sonido que hacían sus pisadas como si caminara sobre lodo, me llenaban de repugnancia, estaba asustada, mi miedo crecía cada vez más.

No sabría cómo describir lo que sucedió a continuación, una voz inundo la habitación donde me encontraba, me arrastro a una caótica confusión que hacía más grande este miedo tangible, “esa voz “me dije a mi misma, esa voz, era la mía, no eran mis pensamientos dichos en voz alta claramente yo no había pronunciado palabra alguna, pensé que había llegado al vórtice final de la locura, hasta que deje el miedo de lado y escuche lo que mi voz decía en medio de aquella casa desquiciante: “esto es un sueño, si es un sueño puedes manipular todo a tu antojo”.

Estaba soñando, todo era un sueño, muy vivido cabe mencionar, pero un sueño al cabo, no perdí tiempo y pensé en un arma para atacar a aquel monstruoso ser, no sé qué sucedió pero entre mis manos apareció una vara de madera bastante gruesa, cuya punta estaba coronada por una cabeza de caballo llameante, bastante singular el arma que asomo de los recónditos lugares de mi mente, sin importarme esto me fui en busca de la bestia repugnante con cabeza tentacular, al encontrarme con aquél grotesco ser empecé a golpearlo sin vacilar, brotando de sus tentáculos un sonido nauseabundo como si golpeara una bolsa llena de alguna sustancia viscosa, de pronto el arlequín apareció, frenando mi bizarra batalla, me dijo en tono burlón que no debía matar a la bestia, si alguien tenía que morir esa era yo.

Nuevamente todo el lugar cambio y pase de estar en esa casa enfermiza a un largo pasillo lleno de sillas, en este sitio se encontraban un grupos de personas entre ellas mi madre. El arlequín salió entre ellos y sonriente exclamo entonces: “Debes sentar a cada una de estas personas en la silla que le corresponde, de equivocarte con uno, morirán todos”.

Toda esta situación me llenaba de un horror lacerante, las vidas de estas personas se hallaban en mis manos y aun peor, ahora era yo quien debía corretear trás a aquel repugnante ser de cabeza tentacular para lograr sentarlo en la silla correspondiente, tarea que no se fue nada fácil, había una especie de tic-tac de reloj en el aire que había llegado a parecerme un tronar de artillería, lentamente seguí con mi tarea los senté a todos en sillas que a mi parecer concordaban con algún rasgo, aspecto o vestiduras de estas personas.

Una vez termine este acto burlesco, sin sentido, al menos en el plano vigil, el pasillo lleno de sillas se transformó en un salón adornado, globos y mesas con manteles de un gusto terrible, todas las personas que habían sido parte de mi última prueba se encontraban allí sentados en sus sillas, aún recuerdo ver con gran asombro a un señor que rondaba los 50 años de edad, el cual se encontraba en la silla donde había llevado yo al monstruo grisáceo con tentáculos en lugar de cabeza, entendía ahora porqué el arlequín no quería que le matara, quizá no era tan malo después de todo pensé.

Apareció éste entonces, acompañado con sus lúgubres y enfermizos compañeros y procedió a explicarme el porqué de todo lo que había sucedido, dijo entonces: ”En un sueño pasado, que ya se ha perdido en los límites de tu memoria vigil, hiciste un pacto con un demonio del mundo onírico, los convenios con estos seres son complicados, para que se cumplan debe tu alma permanecer en este mundo de sueños por siempre, tu cuerpo debe morir, ha pasado mucho tiempo desde el día en que aquel pacto fue hecho, debido a esto, –dijo- yo soy quien decidiría si tu alma puede vagar a conveniencia por estos parajes o si por el contrario quedarías errante en los desiertos que rige el demonio con el que hace evos osaste hacer un acuerdo, por eso las pruebas, de haber fallado, serías ahora esclava y nada te salvaría de las cosas innombrables que habrías tenido que ver y sentir, debes agradecer lo que he hecho, de no haber sido así el demonio cuyo nombre no debe ser nombrado te habría azotado en sueños hasta que la locura de ello te enviara a la muerte, toma esto –dijo- y dirígete a mi compañero.

Al verlo de cerca sabrás que hacer, tenía yo ahora una pequeña navaja de extraño aspecto entre mis manos y al acercarme al joven de mirada perdida note que las cicatrices de su cuerpo no eran más que agradecimientos, hechos quizá antes de que el todo existiera en el mundo onírico.

Con pulso temeroso rasgue su piel con un simple “gracias”, me aleje al instante ya que el olor de la sangre verdosa que emanaba de sus heridas era realmente putrefacto, al hacer esto todo se desvaneció, me hallaba flotando en el vacío donde solo veía a lo lejos disipándose la amorfa sonrisa del arlequín, de pronto empecé a descender, no sabía a donde iba hasta que los susurros matinales y hermoso cantar de las aves se vieron interrumpidos por el grito seco con el cual desperté en mi lecho.

Las ilustraciones que úse son de Jim Steranko, dibujante de comic estadounidense. Su trabajo más célebre es su personaje Nick Fury.