Y Nicanor tocaba guarachas

Mi gente les dejo por acá este cuento breve para su consideración. Muchos saludos

Nicanor había llegado a la Panchita del Meridiano, como siempre, hojeandolo de atrás hacia adelante. La voluptuosidad de Panchita le recordó una muchacha que había visto alguna vez en un bar de La Guaira cuando era conguero de la orquesta de Chucho Sanoja. Él la recordaba rubia y alta, una potra. Recordó su olor: un almizcle dulce y tentador.

Regresó a la Panchita y se río al imaginarse una situación loquísima que por alguna razón estallaba en su mente en ese momento. Imaginaba a Uslar Pietri y a Borges, sentados en un banquito del Parque del Este reflexionando sobre la Panchita y buscando los datos que si los haría millonarios. Se río más cuando pensaba en Borges con la mirada extraviada diciéndole a Úslar Pietri: “Mirá Arturo, jugate el cuatro ventiseis para El Chance de las 8:00”. Imaginó por supuesto el asentimiento de Úslar ante la sentencia del maestro argentino.

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Siguió revisando su Meridiano y se consiguió con una noticia que lo hizo recordar su mejor época como músico. La noticia hablaba de un disco que unos músicos maracuchos habían sacado en homenaje a Felipe Pirela. El recuerdo de la imagen de Felipe cantando en el Conny Island lo conmovió. Recordó lo tímido que era, lo tranquilo. Y su voz sobre todo recordó su voz, ese vibrato dulce y pequeñito que Felipe tenía. Recordaba a Felipe como una voz. Cuando buscaba su sonrisa, su rostro e incluso su acento maracucho, sólo le venía la voz de Felipe. Le parecía gracioso que esa voz que recordaba del Conny Island no era la misma voz de los cds de Felipe que él tenía.

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Nicanor siguió avanzando en el meridiano. Siguió adentrándose en las noticias deportivas: José Altuve, Modric, Cristiano en la Juve. Aquella aventura seguiría avanzando hasta el final, es decir hasta la primera página, como siempre. Como cada día. El Meridiano y él, como siempre.