Canta, canta

El canto tiene el poder de aquietar a las almas, así lo creo, no importa que tu voz no sea la más privilegiada ni que tu garganta afine, ni que cuadre con el tono; sacar esas notas y echarlas a volar hace que te serenes e inclusive a otros.

Suele decir la gente: “yo no canto ni en el baño”, parece que ese recinto donde se está en soledad es el más adecuado para sentirse libre y cantar, quien no lo hace, por lo menos tararea algún ritmo y convierte además ese rato en un buen momento.

Hay gente que tiene todos los elementos vocales para alzar su voz y entonar una melodía, deleitan a quien los escucha, son seres privilegiados, su voz se proyecta al mundo y aunque mueran quedan resguardados en la mente y el corazón de su público, otros, sin ser famosos hacen gala de su voz en reuniones y festejos; creo que quien posee una de estas voces tiene que sentirse contento de poder hacer feliz a los demás al hacer uso de su voz.

Vinimos a ser felices, quizá le damos un lugar muy elevado a la felicidad y consideramos que no lo somos por no tener bienes materiales, viajar o cumplir sueños que cada vez se van volviendo más imposibles, pero cuando vemos a nuestro alrededor y contamos todas los regalos, que hemos recibido desde que nacimos, podemos con seguridad afirmar que somos felices, en mi caso me lo reafirma el poder escuchar a un hijo, nieto u amigo entonar una canción con júbilo. Ese momento es mágico para mí.

Atrévete a cantar, aunque solo sea para ti, es un sano ejercicio que ayuda a la memoria y ejercita el cerebro. Vale la pena intentarlo.