Y vamos por la vida con afanes, pero, ¿y afán de qué?
Por ir a las carreras nos perdemos la belleza propia de cada instante. Estamos prestos para lo que no es importante, el dinero y los oficios nos roban nuestro tiempo y nuestro asombro y nos aleja de lo que debería ser importante: ¡contemplar! Y ¿Contemplar qué?.. ¡Contemplar el misterio de la existencia!
El misterio debería ser lo que ocupara gran parte de nuestro tiempo y quehacer. La otra parte debería ser el disfrute de ese misterio existente. Percibir la belleza de cada instante, la belleza de la totalidad del mundo, la belleza de las formas, de lo múltiple, de las transformaciones, de las ideas... extasiarnos en los sonidos, los olores, los colores, los sabores, las sensaciones... ¡pero no!, el maldito afán por conseguir dinero para consumir y consumir y consumir... lo que sea que haya que consumir, lo que sea que nos digan que hay que consumir... Y así se nos va la vida. Borregos, esclavos, zombis... que trabajamos alienados para el rey don dinero, y para todo lacayo o súbdito suyo que se cree poderoso y, lo único que en realidad es, es ser un títere al servicio de la ignorancia y la mediocridad, alejado de la divina experiencia de contemplar, no para entender sino para admirar... Y ¿admirar qué? ¡lo que existe! La totalidad misteriosa de lo existente...