Y, realmente ¿Qué sabemos?
Podríamos repetir, sin dudarlo, la frase del gran hombre sabio de la antigüedad: No sabemos nada. Esa debe ser nuestra única certeza, la certeza de nuestra ignorancia. Y podrán decir los crédulos que sí sabemos algo. Sabemos el saber de las ciencias, es decir, lo que saben las ciencias naturales y las ciencias sociales: matemática, física, química, biología, geografía, historia, política, derecho, economía y demás campos del saber humano. A ese crédulo habría que responderle que el saber que ahora poseemos podría quedar obsoleto en unos años o cambiar y quedar como un saber errado. O a lo mucho que es un saber parcial de la realidad. Y un saber parcial de la realidad no es un saber total, es decir que desconocemos que hay afuera de nosotros. Pasó con el sistema astronómico de la antigüedad (del ptolemaico al copernicano) y ha pasado con la física clásica (de newton a Einstein y a la cuántica) o con la geometría (de las euclidianas a las no euclidianas). Lo que sí hacemos los seres humanos es darle sentido a los hechos que ocurren constantemente, pero darle sentido a la realidad es un ejercicio que se hace desde la subjetividad y por tanto humanizamos la realidad. La nombramos mediante un lenguaje inventado por nosotros y por tanto adaptamos esa realidad a nuestro entorno cognitivo.
Lo que creemos saber es lo que imaginamos que es el mundo. El mundo tal como es, está vedado para nosotros.