Paso 1: Entendiendo la asertividad
Ser asertivo significa ser capaz de ejercer y/o defender los derechos
personales: decir “no”, expresar desacuerdos, dar una opinión contraria y/o
expresar sentimientos negativos sin dejarse manipular, como lo haría una
persona sumisa, y sin violar los derechos de los demás, como hace una
persona agresiva. Esta es la clave. La asertividad es un punto medio entre el
que se arrodilla y el que aplasta al otro. Implica la defensa de los derechos sin
lastimar a nadie.
Dicho de otra forma y para que lo entiendas mejor: entre el extremo nocivo de
los que piensan que el "fin justifica los medios" y la queja plañidera de los que
son incapaces de manifestar sus sentimientos y pensamientos, está la opción
de la asertividad: una forma de moderación enfática ("¡Esto es lo que soy!" y
"¡Esto pienso!”), similar al camino del medio que promulgaron Buda y
Aristóteles, donde se integra constructivamente la tenacidad de quienes
pretenden alcanzar sus metas, con la disposición a respetar y autorrespetarse.
Paso 2: Identificando la sumisión
Veamos un ejemplo de sumisión, analiza el caso y saca tus conclusiones:
Mauricio es psicólogo clínico y tiene serios problemas en el manejo de sus pacientes.
Muchos de ellos no vienen a las citas, llegan tarde o simplemente no pagan. Su secretaria
colabora bastante en el caos administrativo ya que es bastante desordenada y poco eficiente.
Mauricio teme el rechazo de la gente y, en especial, a quedar mal con sus pacientes. Su
cartera vencida es enorme y, aun queriendo hacer algo al respecto, no hace nada. No sólo
está inmovilizado, sino que, inexplicablemente, se muestra “comprensivo” con los clientes
incumplidos. En su interior hay un volcán próximo a estallar, hay violencia acumulada. Es
probable que en algún momento de ira, algunos de sus pacientes salgan psicológicamente
lastimados. El comportamiento de Mauricio puede considerarse como no asertivo (sumiso).
Los cuatro pensamientos típicos que los caracterizan a las personas sumisas
son:
• “Los derechos de los demás son más importantes que los míos”.
• “No debo herir los sentimientos de los demás ni ofenderlos, así yo tenga
la razón y me perjudique”.
• “Si expreso mis opiniones seré criticado o rechazado”.
• “No sé qué decir ni cómo decirlo. No soy hábil para expresar mis
emociones”.
Con esta manera de pensar es apenas natural que sientan miedo y ansiedad
social, así como rabia con ellos mismos debido a su incapacidad y culpa,
además de sentimientos de minusvalía ("No sirvo para nada") que los llevan a
la depresión. El miedo a hacer el ridículo hace que se comporten de manera
poco expresiva y apocada, con bloqueos frecuentes, circunloquios y rodeos. Y
como consecuencia de todo esto, la gente no los respeta.
Paso 3: Identificando la agresividad
Veamos un ejemplo de agresividad, analiza el caso y saca tus conclusiones:
Lina es una médica famosa por su antipatía. No sólo regaña a las angustiadas mamás por
sus “ilógicas” preocupaciones frente a la salud de sus hijos, sino que incluso amonesta a los
pequeños que van a su consultorio. Sonríe poco, es seca, habla duro y su tono de voz es
áspero. Cuando está discutiendo con alguien, abre los ojos de manera amenazante, manotea,
pierde fácilmente el control y no mide sus palabras. Los colegas reconocen que es una
buena profesional, pero le temen a sus reacciones agresivas. Ella piensa que los más fuertes
deben imponerse a los más débiles y que la gente torpe merece ser castigada. Su premisa es
demoledora: “Yo soy más importante que tú: lo que pienses y sientas, no me interesa”.
Lina es una mujer agresiva. La creencia que rige su comportamiento es que sus derechos
son más importantes que los derechos de otras personas. Su comportamiento infunde
temor, más no respeto.
Paso 4: Identificando la asertividad
Veamos un ejemplo de asertividad para que no te queden dudas, analiza el
caso y saca tus conclusiones:
Marta ha sido víctima de una suegra entrometida durante más de cuatro años. Su marido es
el menor de ocho hermanos, el único hombre y el consentido de su madre. Cuando supo
que se iba a casar, la señora lloró semanas enteras y odió profundamente a su futura nuera.
No obstante, con el correr del tiempo, aprendió a soportarla como un mal necesario. Luego
de que se casaron, la suegra de Marta comenzó a vigilar de cerca los intereses de su hijo y a
dirigir personalmente los quehaceres de la casa, las comidas, el arreglo de la ropa, la
decoración, las vacaciones, en fin, casi todo tenía que ver con ella. Marta decidió pedir
ayuda profesional y, luego de unas semanas, entendió que si quería mantener su
matrimonio a salvo, debía ser asertiva con su madre política. Pese a los arrebatos de ira, las
pataletas y las quejas de la indignada señora, Marta fue capaz de expresar sus sentimientos
sin ser agresiva ni sumisa, sino asertiva.
En una de las tantas intromisiones, Marta le expresó lo siguiente, en tono firme, pero cortés:
“Mire, voy a decirle algo que está molestándome hace tiempo y quizás por miedo o respeto
he evitado comentar. Entiendo que sus intenciones son buenas y lo que usted quiere en
realidad es cuidar y proteger a su hijo. Mi casa es su casa y tiene las puertas abiertas, yo la
estimo y siempre será bienvenida, pero quiero que tenga presente que algunos de sus
comportamientos me incomodan porque me siento invadida en mi espacio y mi privacidad.
Mi marido y yo necesitamos más intimidad y tomar nuestras propias decisiones. Le aseguro
que nunca voy a lastimar a su hijo intencionalmente, confíe en mí”.
La señora reaccionó como lo hace cualquier persona no acostumbrada a la asertividad: se
sintió profundamente ofendida y se alejó indignada. Sólo al cabo de unos meses aceptó ser
más discreta y no meterse tanto en la relación de su hijo.
Marta actuó asertivamente. No fue sumisa porque peleó contra el miedo y dijo
lo que pensaba, es decir, defendió su derecho a la intimidad. No fue agresiva
porque no insultó a su suegra, no le faltó al respeto e incluso hizo énfasis en
que la quería. Marta fue digna, pese al costo y a la manipulación familiar.
Recuerda: Si quieres ser asertiva siempre habrá un costo.
Veamos un caso de asertividad, donde la meta es sentar un precedente:
Aunque Marta logró modificar la conducta de su oponente, la asertividad no
siempre alcanza este objetivo.
Hay ocasiones en que es imposible producir un
cambio en el entorno. En tales casos, el comportamiento asertivo se dirige a la
emoción y no al problema, es decir, a regular el estado emocional mediante la
expresión honesta de lo que nos está haciendo sentir mal. En muchas
circunstancias, sacar lo que tenemos dentro y derramar lo que nos mortifica,
puede ser tan sano y recomendable como modificar el ambiente externo. No te
guardes lo que quisieras decir, con el tiempo se transforma en rencor.
Recuerdo el caso de una joven preadolescente, a quien la mamá, luego de haberle dado un
permiso para ir al cine, se retractó y le dijo que no podía ir. La muchacha, que tenía una cita
“amorosa” de carácter impostergable, no demoró en pedir explicaciones por el cambio de
parecer de su madre. Después de un intercambio prolongado de opiniones y requerimientos
de parte y parte, la conclusión maternal fue categórica: “¡No, porque no, y punto!”. Ante
semejante posición y viendo la imposibilidad de asistir a su cita, la joven se retiró
indignada a su cuarto. Al cabo de unos minutos, regresó con una carta que acababa de
escribir y la leyó en voz alta. La proclama decía:
“Mira mamá yo soy menor de edad y tú tienes el control, pero eso no significa que todo lo
que tú digas esté bien porque, después de todo, aunque no lo creas, eres humana y puedes
equivocarte. No acepto un: “¡No, porque no, y punto!”. Y, a pesar de que no vaya al cine,
quiero que sepas que no estoy de acuerdo con la manera impositiva en que haces las cosas.
Quiero dejar constancia de la injusticia que se está cometiendo en esta casa conmigo. Y
también quiero dejar claro, que aunque tengas el derecho a cambiar de opinión, yo tengo el
derecho a que se me den explicaciones razonables y a discrepar. Dialogar es mejor que
imponer. Me quedo sin salir, pero no me gusta lo que ocurrió”.
Después agregó: “Ya me siento mejor”, y se retiró a su cuarto con cara de misión cumplida.
La señora, desconcertada y sin saber qué hacer, decidió pedir ayuda. Cuando llegó a mi cita
expresó así su motivo de consulta: “Quiero que vea a mi hija, doctor... Se me está saliendo
de las manos, está cada vez más grosera y maleducada... No sé qué voy a hacer...”. Ambas
fueron mis pacientes. La madre más que la hija.
Dejar constancia de la divergencia y expresar un sentimiento de
inconformidad, aunque no genere un cambio inmediato en el ambiente,
fortalece la autoestima y evita la acumulación de basura en la memoria.
Sienta tus precedentes, sin violar los derechos de nadie, y te sentirás
intimamente poderoso.
Paso 5: Aprender a calibrar tu asertividad
Muchas personas se exceden de revoluciones y caen en la agresividad
intentando ser asertivas. El mecanismo sumisión/agresión va acomodándose
hasta encontrar un equilibrio funcional y saludable en la asertividad. Mientras
ello ocurre, hay que estar atento para no herir a nadie.
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