Al otro lado del río 2/7 (relato propio)

Ojo por ojo

Que ladilla este trabajo, todo el día montao en esta verga, pegando gente contra la pared, cayéndose a tiros con los malandros y martillando al que se ponga cómico.
―Dale, llégale a ese― le digo al subalterno.
Pegamos a un chamo que iba en una moto, le digo que la apague y se suba la franela, no tiene nada.
―¡Los papeles chamo!― digo.
―Coño, mano, no los tengo, la moto es prestada y voy pa’ aquí mismo― dice.
―Nooo, que va, los papeles o la moto queda detenida― digo.
―Verga mano, no los tengo, pero ¿cómo podemos cuadrar?
Me le acerco y el chamo me da 8 lucas. Él arranca, será medio arrecho, pero a mí me sabe a mierda.
―Toma― digo, dándole 4000 bolos a mi compañero.

Seguimos patrullando, de pana que ladilla este trabajo de mierda.
―¡Ve, pega aquellos!― digo.
Y le llegamos a tres menores, uno estaba bien cagao.
―¿Qué tienes allí, qué tienes allí?― le digo dándole un lepe por la cabeza.
―Nada, nada, yo no hice ná― dice casi llorando.
―Sácate esa mierda de los bolsillos― contesto.
El carajito saca dos bolsas de perico y un botín que tenía en otra bolsa.
―Ajá y ¿ahora?― digo.
―No sé, no sé, me mandaron a vender eso― dice llorando.
―Dame acá, cagón y arranca, si te veo de nuevo por aquí te achicharro― dije pateándole el culo.
Si hay algo que me arreche más en esta vida, aparte de los sádicos y violadores, es, ¡la maldita droga! pero es un peo grande, así que si no puedes con el enemigo, úneteles.
―Dígalo allí, curso― le digo a mi compañero.
―Sí señooor― responde.
―Ve, coronamos botín, vamos por unos pollos en la Gumilla.
El subalterno maneja y paramos en los puestos de pollos al llegar. El dueño nos ve cuando estamos acercándonos y nos dice:
―Señores, buenas noches, pero ya he pagado vacuna― en voz baja.
―Venimos a comer, gafo, sírvenos allí dos tremendos pollos con todo.
Nos sirven la comida al ratico y le damos al diente.
―Esta vaina si está buena― digo.
―Sí señor.
―Abre el refresco allí― le ordeno.

Entre la comedera terminamos full, yo me lanzo un peo sin caerme a coba y después agarro a uno de los meseros pa’ decirle que tengo dos bolsas de blanco.
―4 gramos en las dos, tú dices― digo.
―Sí va, sí va, pero caleta, ponla aquí― dice abriendo el bolsillo de su camisa.
Después me da las lucas.
Le digo al compañero que pague y piramos. Adentro del carro le doy la mitad por la venta de la droga y arrancamos.
―No ha sido mal día ¿cierto?― pregunto.
―No jefe, ha estado calidad.
Cruzamos por la redoma del Dorado. Vemos unos carros comerse la luz, pero estamos llenos y los dejamos colar.
De pronto por la radio suena un lío por allí cerca. Una mujer llamó toda cagada. Lo qué sé es que hay un herido.
―Vamos pa’llá― respondo por la radio.
¡Maldita sea! Esta ciudad no deja de joder.
Prendo las sirenas.
―¡Dale chola, curso!

San Félix, 7:30pm.