Confesiones nocturnas.

Amo que beses mi frente y huelas mi cabello. Y que cuando estamos hablando en la noche me interrumpas para decirme "que bonita eres muchacha".
Me enloquece tu olor, la suavidad de tu piel y tus besos. Esos besos que son cálidos y tiernos -y cuando la ocasión lo amerita- intensos y apasionados.
Adoro que me digas que soy la mujer que quieres a tu lado, que soy tu compañera y que quieres crecer junto a mí.

Amo que siempre quieras estar cerquita de mí porque estoy calientita y a pesar de que yo siempre tengo los piecitos helados los envuelvas con los tuyos para darme calor.
Adoro que me escribas poemas y que me hayas comparado en uno de ellos con la primavera -por los colores que siempre llevo en mis vestidos de flores- y que en otro de ellos me recordaras que siempre me llevas presente.

Me encanta que bailes conmigo, en medio de la cocina, y que me hagas cariño. Amo cuando me cuentas tus problemas, tus aflicciones y tu vida; y cuando me dices cosas que son difíciles de escuchar pero que son valiosísimas para mí porque eres sincero conmigo.

Pero, realmente lo que más amo -a parte de todo lo que ya he dicho- es que después de tanto tiempo y después de todas las idas y venidas de nuestra relación, nuestra amistad, nuestra distancia y, de nuevo, de nuestra cercanía siempre nos elegimos el uno al otro a pesar de saber todo lo que sabemos y a pesar de conocer las cosas buenas, las malas y las peores.

Es por eso -y por muchísimo más- que te quiero como lo hago y no me arrepiento de estar nuevamente a tu lado. Compartiendo sonrisas, caricias, chistes, momentos, cosquillas, peleas, disgustos y todo lo que implica ser parte de tu vida y que tú seas parte de la mía.