APOSTANDO A LA EXCELENCIA EN UN PAÍS AGOBIADO

¿Qué sucede cuando un paciente recibe un diagnóstico equivocado y por lo tanto el tratamiento incorrecto? ¿Qué pasa cuando un médico realiza una mala praxis en una intervención quirúrgica por falta de atención, concentración, experiencia o conocimiento?

Las consecuencias podrían ser fatales para una vida ¿Cierto? El médico podría perder su licencia para ejercer su carrera y hasta podría pagar cargos penales por negligencia. Y con toda la razón, después de todo se “preparó” para ayudar a salvar vidas, no para quitarlas.

Muchas veces he reflexionado sobre ese ejemplo pero en mi ámbito profesional. Soy licenciada en Educación Integral (Maestra de primaria) y tengo siete años ejerciendo mi carrera. Me considero docente por vocación y trato de realizar mi trabajo con excelencia, no soy perfecta, estoy en un constante proceso de aprendizaje, pero prosigo a la meta de mejorar en la práctica.

Sin embargo en el quehacer laboral me he topado con colegas sin la vocación que se requiere para realizar tan importante labor, y puedo visualizar el impacto negativo en los estudiantes, que por razones negligentes van avanzando de grado sin la preparación adecuada.

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Como consecuencia tenemos a un grupo de jovencitos que llegan al liceo sin los conocimientos básicos necesarios para seguir avanzando, lo que a otros estudiantes les cuesta trabajo entender o aprender, a ellos les cuesta el triple y entonces viene la llamada "deserción escolar", y con ello tenemos a un grupo de jóvenes ociosos aprendiendo en la calle lo que no se le transmite en el hogar ni en las escuelas (Cabe destacar que la deserción escolar puede ser resultado de múltiples factores).

Y es que eso es lo que ocurre cuando se realiza un trabajo sin la vocación debida, esas son las consecuencias de iniciar una carrera a la que se menosprecia pensando que la mediocridad profesional en el ámbito educativo no es tan grave como la de un médico que recetó el tratamiento incorrecto a un paciente.

El grandísimo problema es que esa realidad no es la de uno o dos docentes en una institución educativa, sino el de varios en muchas escuelas y colegios venezolanos, y si a eso sumamos que por cada maestro sin vocación hay decenas de estudiantes afectados, entonces me pregunto ¿Qué va a ser de Venezuela en el futuro?

Si el país está sumergido en una gran crisis social (sin contar la económica, política, espiritual, etc.) ¿Qué se espera para las futuras generaciones?

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Debo reconocer que a veces no son solo los docentes sin vocación los que no dan el todo por su labor en las aulas de clases, reconozco que hoy en Venezuela muchos trabajadores en diversos ámbitos profesionales están atravesando por una frustración laboral, y es que la realidad agobiante del país afecta a la mayoría.

Aunque no lo parezca la razón de este post no es transmitir una crítica a mis estimados colegas venezolanos, en realidad quiero mostrar mi experiencia en este asunto, porque como ciudadana que lidia constantemente con la presión de la crisis nacional, sumada a la baja retribución económica que reciben los docentes en el país, muchas veces me veo tentada a ser una más del montón.

Y es allí, en medio de la tentación por descuidar la excelencia, donde me detengo y pienso ¿Para quién trabajo? ¿Para qué lo hago?

Entonces recuerdo que soy hija de un Dios excelente que entregó todo por una humanidad corrompida que nada merecía. Recuerdo que Jesús entregó su vida por amor a todos, incluyendo a aquellos que jamás valorarían su sacrificio. Y pienso: tal vez no todos los niños que pasen por mi aula de clases valoren mi esfuerzo, tal vez no todos aprovechen la enseñanza que trato de transmitir diariamente con empeño y dedicación, tal vez muchos de ellos pierden en la casa o en la calle lo que escuchan en la escuela, probablemente no todos lleguen a tener una carrera universitaria, hasta puede que muchos sean absorbidos por una sociedad colmada de antivalores; pero por unos, al menos unos que en un fututo se conviertan en ciudadanos de bien y apuesten por un país mejor, entonces valió la pena.

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Está en nuestras manos. Es nuestra decisión "Ser parte del problema o de la solución, sucumbir a la mediocridad o apostar a la excelencia".

Y tú ¿Qué decides?

“Cuando hagan cualquier trabajo, háganlo de todo corazón, como si estuvieran trabajando para el Señor y no para los seres humanos” (Colosenses 3:23) PDT