El miedo se ha apoderado de todo ser viviente en algún episodio de nuestra existencia y al decir “ser viviente” me refiero hasta los animales. Es un sentimiento al cual nadie se escapa. Desde que estamos en el vientre de mamá percibimos estímulos que pueden darnos placer, emoción, tristeza y hasta miedo... solo que no estamos conscientes de ello.
Al momento de nacer, el simple hecho de estar expuestos al mundo exterior, un mundo totalmente desconocido, la primera reacción es llorar... llorar de miedo! Sólo nos consuela sentir nuevamente el contacto con mamá quien nos brinda protección y seguridad.
Así vamos en crecimiento; procesando información constante, totalmente nuevo para un cerebro en pleno desarrollo. Un ambiente lleno de estímulos por todos sus puntos cardinales y muchos de ellos son de nuestro agrado y otros son motivo de rechazo.
Ahora bien, es muy común el sentir miedo, por ejemplo, a la oscuridad... no es un mito, es una realidad. Y no solo para niños; los adultos también llegamos a sentir, no miedo, sino TERROR luego de ver una película de este género.
Entonces, ¿por qué no prestar atención a esas manifestaciones o ataques de miedo cuando nuestros niños lo expresan?
El decir: “no tienes nada que temer”, “los fantasmas no existen”, “no hay nada debajo de tu cama o en el armario” ... no es suficiente. Ante esas situaciones, debemos ir más allá y hacer una pequeña exploración para cerciorarnos del origen de su miedo.
Les planteo esta experiencia:
En el servicio donde me desempeño laboralmente, llegan infinidades de situaciones con los estudiantes. Recientemente nos encontramos con una niña de 6 años, cursante de primer grado de educación primaria, donde la maestra refiere que no puede cerrar la puerta del salón porque de inmediato la niña se pone a llorar y se aterroriza de tal manera que prefiere dejar abierta la puerta para que la niña se calme. Este comportamiento es constante, cada vez que se cierra la puerta del aula de clases.
Estuvimos explorando su miedo en interacción con la niña pero no logramos descubrir el motivo de su miedo. Luego, al abordar a su madre y comentarle el motivo de la entrevista, sorpresivamente le dió por reirse de la niña y contó que "ella es muy miedosa desde que accidentalmente la dejaron encerrada en la habitación de sus primos mientras jugaba y pasó media hora sin poder salir". Evidentemente para la madre, fue una travesura, pero para la niña fue una experiencia de abandono y muy traumática para su corta edad. No se canalizó en su momento este episodio y creó en la niña especie de una claustrofobia.
¿Nos damos cuenta lo delicado que resulta ignorar o no prestar atención a sus necesidades?.
Si logramos saber que ocasiona los episodios de miedo en nuestros niños, fácilmente ayudaremos a disipar su temor dándole la seguridad ante cada hecho. Siempre es importante explicárselo claramente y fomentar la confianza tanto propia como en sus padres y jamás forzarlo a enfrentarse ante el miedo sin previa estimulación!
Amigo lector: La intención de mis posts está en que juntos podamos crecer en conocimiento para el adecuado desarrollo integral de nuestros niños... por lo tanto, si te interesa algún tema específico el cual te gustaría desarrolle, puedes sugerirlo y si está en mis posibilidades con todo gusto le complaceré.
