Si bien la peor persona que podría hacer un comentario sobre sí mismo es precisamente "uno", también sirve de consuelo el espejo retorcido que ofrece tal auto-descripción. En él yace el reflejo inverso de lo oculto tras las artimañas verbales de cada quien; en él surge ante los ojos una imagen real, ya no más sombra que antes oscurecía el verdadero retrato de ese yo, o tú, ese alguien, a fin de cuentas tan vívido y material como cualquier otro semejante. Evasiones tras evasiones, repudiando de todo aquello que sea verosímil para con quien se es, pareciera una carrera de esfuerzo desesperado todo intento de revelar esa identidad que nos caracteriza. Tal cual la existencia fuese una obstinada lucha encaminada para negarse a uno mismo.
Y esta pequeña versión de las multiformes variantes que se han inventado y se repiten a lo largo de la historia, de ese inabarcable macro-conjunto de formulas para abrir la boca, tomar aliento y rajar el silencio cual pellejo con un cuchillo, solo para decir: "Este soy yo, y nadie más que yo", es solo una de las muchas planicies donde construir una falacia es tan fácil como seguir callado, ignorando el resto del mundo circundante. No me excluyo de entre los muchos hombres que antes hayan usado este artificio para desentenderse de una interrogante.
Patético, Barroco, inmaduro, flojo, derrotista, egocéntrico, melancólico y corriente. Estos son algunos de los adjetivos que podría usar yo para decir quien soy, mas sin embargo confiar en este testimonio para alcanzar una idea inasible de quién será el que está detrás de esta verborrea es perder tiempo. No se saca provecho alguno de tal acción.
Recurriendo, entonces, a el azar téngase en mente un "quizás", justo y preciso para la ocasión. Porque quizás diga la verdad, o, quizás mienta. Porque quizás soy todo aquello que proclamo ser o quizás todo lo contrario.
O quizás, puede que yo no sea un hombre, sino la sombra de un hombre, un "imago", y que por ende sea yo un impostor que busca negar su naturaleza de pantomima proyectada sobre el escenario del mundo a la luz de sol, indistinguible en la oscuridad difusa de la noche. Quizás, y solo quizás sea un espejismo incorregible, producto de la conciencia de un segundo efímero, pereciendo al fin siendo nada... o quizás un algo, que aunque confuso, es al menos un comienzo.
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