Acostumbrarme no he podido ni podré. Hace un mes me mudé de ciudad en Venezuela. Estaba en Cumaná y ahora vivo en Barcelona. Cumaná es una ciudad otrora hermosa, hoy en ruinas gracias a las políticas destructivas del gobierno actual (que ya lleva 20 años saqueando y destruyendo). La zona donde vivía, el centro histórico, era una zona provilegiada. ¿En qué sentido “privilegiada”? Pues que contaba con el servicio de agua en las tuberías de manera casi constante. La presión variaba, pero casi siempre tenía agua. Ahora en Barcelona (irónicamente en el centro histórico de esta ciudad también), no poseo de dicho “privilegio”.
Primero explicaré por qué es un privilegio. La mayor parte del país no cuenta con un servicio constante o al menos existente de agua que llegue a sus casas. Esto no es debido a ninguna sequía ni al clima. Es debido a la falta de mantenimiento del sistema nacional de distribución de agua potable. 20 años sin invertir en nada bueno trae sus consecuencias.
En el mes que he estado en mi nueva ciudad he llegado a pasar hasta 4 días y medio sin agua, y sé que pudo haber sido peor. Hay zonas en la misma Cumaná donde el agua simplemente dejó de llegar permanentemente. ¿Cómo se resuelve? Depende del uso que le darás al agua.
Si es para beber pues me tocó comprarla de botellón de 5 litros. Los días así son duros porque debo tratar de conservar el agua y no beber mucho, pero en un clima tan caluroso es difícil, especialmente considerando que sin importar el clima, uno debe beber agua.
Si es para aseo personal y limpieza de la casa o sus utensilios, hay que usar el tanque de agua. Si el tanque se acaba, buscar en un tanque subterráneo. Si éste se acaba también (me ha pasado), buscar en las calles alguna tubería subterránea que aún funcione, pedir prestada una manguera como tuve que hacer pues no tengo una, y llenar envases grandes de agua. Una odisea.
Si es para que el inodoro funcione, pues tan simple como me fue usar agua “reciclada” de la limpieza o hasta agua de lluvia. Por suerte llovió en uno de los días de la última vez hasta ahora.
En resumidas cuentas me ha tocado vivir lo que muchos han estado viviendo ya de manera perenne. Me seguirá tocando y nos seguirá tocando. Acostumbrarnos a vivir una vida sin lo básico ni lo vital – sin agua. Todo por la ambición enfermiza de unos pocos aunque, honestamente, acostumbrarme no he podido ni podré.
Tampoco me acostumbro amigo, llevo 17 años en mi casa, la estrenamos, tuvimos ese privilegio, y había que pegar bien los tubos y cerrar muy bien las llaves por que el agua se salía por donde pudiera, de la cantidad que antes había.
Hoy en día tengo un campamento en el frente de mi casa, de pasar de tener un garaje con dos carros y un tanque, pasamos a tener una carpa perenne (para dormir cuando se va la luz y sin que nos coman los mosquitos), dos tanques y una pipa, para cuando, algún día del mes pase el camión cisterna, comprarle agua para poder bañarnos, lavar la ropa y los trastes y poder cocinar. No obstante, no es que cuando se compra el agua, la gastamos malamente, no señor, aprendimos a reciclar, el agua de la ropa se la echamos a las matas, aprovechamos cada gota de agua mientras nos bañamos, el agua de la cocina se administra delicadamente.
Gracias a los gobernantes que hemos tenido en los últimos 20 años.
Aún así, ni me acostumbro, ni me da la gana de acostumbrarme, solo nos tocó vivir estas condiciones y cuando toca toca, aunque no lo aceptemos.
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