Ella cedió, bajo su insistencia paciente, cedió. Buscaba la menor oportunidad de alejarlo y la aprovechaba al máximo, citas olvidadas y fría cortesía eran sus armas. Pero su escudo cayó, como rocas que bajo el asedio constante de las olas se convierten en arena.
Él no podía hacer otra cosa; a sus ojos era preciosa, única. Era pequeña, de cuerpo ligero, cabello siempre rebelde y piel de porcelana, una niña que lo intrigaba por la profunda tristeza en sus ojos de miel. Se enamoró perdidamente y no le importaron sus rechazos, estaba decidido a ganársela.
Insistió y durante meses se estrelló en su coraza. Pero resignado y a punto de abandonar notó la duda en su interior, la fría indiferencia empezaba a flaquear.
Ella bajaba la mirada cuando él la buscaba para contemplar sus adorados ojos de miel. Pero un día algo cambió, las miradas se encontraron y ella no lo evitó.
La tristeza había dado paso a otra expresión. Mientras comentaban la película que acababan de ver, juntos en el sofá, la sonrisa le iluminaba el rostro. La conversación trivial se intercalaba con miradas mutuas y él no tenía espacio en su pecho para la dicha cuando ella lo besó.
Y fue el más dulce de los besos. Nunca olvidaría como temblaban sus labios, su respiración acelerada y la torpeza con que chocaron narices. Fue el más inocente y corto de los besos. Cuando se separaron, ella tenía las mejillas encendidas y esperanza en sus ojos. Luego, él la beso.
Puso en su beso todo el amor y la pasión que existían en su corazón. Esta vez el beso fue más largo, las lenguas se encontraron, se abrazaron y así, se dijeron mucho más de lo que la voz puede expresar. Sus manos jugaban con su cabello ondulado, acariciando la línea del cuello; las de ella tímidas al principio cobraron vida y buscaron las suyas, entrelazándose. A partir de ese día fueron inseparables.
Estaban enamorados y pronto se casaron. La niña que amaba, tan delicada y dulce, tan triste pero tan hermosa cuando sonreía; ahora devolvía con creces su amor paciente. Su vida era hacerla feliz y ella lo sabía. El tiempo pasó. Buenos y malos tiempos.
Él aprendió a vivir con sus cambios de humor, con su tendencia al aislamiento y el fatalismo siempre presente. Lo tomaba con filosofía, siempre supo que era distinta y aunque a veces el aislamiento impuesto lo hastiaba, entendía que era la única manera de hacerla feliz. Ella nunca dijo sus motivos, pero insistía en aislarse y cuando no podía evitar el trato con el resto, su humor se volvía sombrío, pero a él nunca lo alejó. Dentro de su burbuja eran felices, pero él quería más. Quería formar una familia, compartir su amor.
Pero ella no deseaba niños, se negaba de plano a traer a un niño al mundo que contemplaban sus ojos. Y así empezaron los problemas.
El apeló a su paciencia, la misma con que había logrado ganar su amor. Día tras día buscaba la manera de convencerla, lo intentó con argumentos, apeló a sentimientos, a la esperanza de tener un hogar con niños y a veces hasta se permitía un comentario orgulloso sobre lo perfectos que serian sus hijos. Insistió. Insistió. Y con su paciencia infinita, la convenció.
Meses después, no había síntomas de embarazo. Su periodo seguía estable, a pesar de todos los consejos que siguieron y los miles de intentos fallidos; aún no habían logrado concebir. Él se desesperaba y ella le pedía paciencia, la misma paciencia que tuvo para enamorarla. Y los meses pasaron uno tras otro sin que el esperado embarazo apareciera.
Ese día, volvió un par de horas antes de lo planeado. Se desvió para comprar la cena, dispuesto a pasar el resto de la tarde y la noche en su compañía, sin interrupciones. Debían hablar, últimamente la había notado irritable y sentía curiosidad por el cambio. Hacía meses que daba señales a las que él no dio importancia, pero cada vez era más claro. Ella le ocultaba algo.
Giro la llave con suavidad, abrió la puerta y entró en su hogar. Escuchó el sonido de la radio encendida y la llamó. Sin respuesta. Llamó de nuevo, nada. Pensó que quizás no lo había escuchado, ella y su costumbre de poner música a todo volumen. Subió las escaleras llamándola y aún así, no tuvo respuesta. Entro a la habitación matrimonial y tampoco estaba allí.
Pensó que había salido un momento y volvería pronto, no era la primera vez que olvidaba apagar la música. Entonces, se dispuso a esperar cómodamente y pronto, hablarían.
Recogió su ropa de estar en casa, se encamino al baño para lavarse la cara y una vez allí su corazón se detuvo por un instante. Allí estaba, más pálida que nunca, desnuda sobre el piso de la ducha y con sangre manando entre las piernas. Corrió a ella, temiendo lo peor y la estrechó entre sus brazos. Ella al sentirlo, abrió los ojos con sorpresa y se derrumbó. Sollozando descontrolada le pedía una y otra vez perdón.
El viaje al hospital fue una tortura, a pesar de la velocidad con que atravesó la ciudad se le hizo interminable. En el asiento trasero, acostada sobre el asiento ella seguía murmurando con ojos anegados en lágrimas mientras la hemorragia seguía interminable. En urgencias la recibieron y a él le impidieron acompañarla. Mientras médicos iban y venían, él atormentado, esperaba noticias.
Nunca cesaba la actividad en el pasillo de luces blancas. Desde su banco, veía pasar las blancas faldas de las enfermeras, mesas rodantes llenas de instrumental quirúrgico y médicos.
A veces, una camilla con un enfermo al que trasladaban pasaba frente a él, sin lograr que alzara su mirada clavada en las porcelanas del piso.
Junto a él, una persona se sentó y con voz cansada habló:
-Su esposa está estable. La hemorragia fue causada por un aborto pero está controlada y si evoluciona favorablemente pronto podemos darla de alta, en estos momentos está sedada para que pueda descansar. Por los momentos no puedo permitir visitas así que le recomiendo vuelva a su casa y duerma. Hasta mañana no autorizaremos visitas.
¿Un aborto? ¿Ha tenido un aborto? Las lágrimas brotaron de sus ojos al comprender lo que ella ocultaba, sabía de su embarazo y aún así no dijo nada. No entendía por qué no había dicho nada, sabiendo la locura con la que deseaba un hijo. Mientras volvía a su casa solitaria, pensaba.
Una vez en casa se dispuso a recoger el caos que dejó en su carrera alocada al hospital. Recogió los trozos de la lámpara que tropezó con ella en brazos, limpió el rastro de sangre desde la puerta de entrada, pasando por las escaleras, hasta llegar a la puerta del baño.
Una vez en el baño, abrió la ducha para que corriera el agua y ayudara a limpiar los restos de sangre en el piso y se lavó la cara. Limpio la sangre como pudo. Le tomó una eternidad dormirse sobre el lecho vacío. Despertó en la mañana, luego de un sueño inquieto. Se bañó y vistió, tomo una taza grande de café con una lonja de pan y salió al hospital. Una vez allí, se sentó en el mismo banco del día anterior, buscando con la vista al médico responsable.
El pasillo de nuevo, el mismo banco y las mismas porcelanas. La actividad matutina de pronto se duplicó. Médicos y enfermeras corrieron, precipitándose con estrépito a la habitación de su amada. Sus caras mostraban preocupación y un temor negro atenazó su corazón.
Los minutos pasaban interminables mientras él, con la vista fija en la puerta esperaba el menor signo que indicara qué pasaba adentro. Intentó conseguir noticias de médicos y enfermeras pero se negaban a decirle nada, le pedían tranquilidad y continuaban en su frenética actividad.
Al fin, se abrió la puerta y el médico responsable salió de la habitación con resignación. Se sentó junto a él, coloco una mano sobre su hombro y con un ligero apretón le dio la peor de las noticias. Había perdido lo que más deseaba y lo que más amaba. Meses después, mientras embalaba sus pertenencias en una caja, un sobre cayó de un viejo libro amarillento. El sobre contenía una carta, dirigida a él y escrita con aquella letra pequeña tan amada decía:
Espero que nunca leas esta carta, pero si lo estás haciendo significa que este es mi adiós. No me llores, fuiste lo mejor que viví y no quiero dejarte. No espero que lo entiendas, ni yo lo hago. Antes de llegar a mi vida, había tomado esta decisión y ni siquiera por ti puedo cambiarla. No puedo tener hijos viviendo en mi mundo, viendo la falsedad de las personas escrita en la frente.
¿Recuerdas que nunca te hablé de mi familia?
Nunca lo hice porque me marche apenas pude. Nací en una familia distinta, con secretos que no creerías y que preferí no contar. No te conté porque odiaría que dudaras de mi y créeme, se leer en los demás.
Y esa es la causa. Todos en mi familia somos muy sensitivos. Podemos ver sin dificultad en los demás, leer muy bien sus expresiones y así, saber que ocultan.
Y lo que veo, no me gusta. No tienes idea de lo difícil que es. Desde niña he sido consciente de eso, he visto la lujuria en ojos de hombres y mujeres, he visto la crueldad con que la gente avanza a sus metas sin importar a quien dejan en el camino. He visto el odio escondido bajo una sonrisa amistosa y lo peor de todo es que en toda mi vida sólo he conocido a una buena persona, tú.
Y entonces quisiste tener un hijo. No te culpo. Pero yo de ninguna manera podía permitir que nuestro hijo naciera con mi maldición. Así que te engañe mientras pude, continúe con los anticonceptivos y eso funcionó, por un tiempo. Pero sin quererlo y sin notarlo, quedé embarazada.
Escribo esta carta sin dudas en mi corazón, sabiendo que me amas con locura y que si la lees es porque ya no estoy y te debo la verdad. Intenté abortar, de muchas maneras. Busque ayuda en médicos pero ninguno estuvo dispuesto. Las píldoras del día después, tampoco.
Entonces decidí hacerlo por mí misma. Seguí una receta de té del libro de hierbas donde pondré esta carta, lo preparé y tomé hace un par de horas. Conozco los riesgos pero calculo que ya habrá pasado lo peor para cuando llegues.
Si todo sale bien, no sabrás nunca de la existencia de esta carta y a pesar de todo el dolor que te causaré, me voy a esterilizar.
Si las cosas salen mal, entonces me iré tranquila, sabiéndome amada y amándote.
Perdóname, recuérdame siempre y no me culpes por no querer que mi hijo conozca como yo, lo peor del mundo
Cerrando la carta, con lágrimas en los ojos comprendió que sin querer, su insistencia, su paciencia capaz de destrozar la más fuerte coraza, la mató.
Qué bueno tu cuento, me ha hecho sentir profundamente por ambos personajes y a la vez me ha hecho reflexionar sobre episodios de mi propia vida.
Me gusta que es de palabras sencillas pero sentimientos profundos. No hay necesidad de enredar la redacción para transmitir complejidad.
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Gracias! Un honor ser leído por ud. Este cuento es un poco viejo con un estilo y temática que creo abandoné por los momentos. Aunque bien logrado me parece hoy en día un poco cursi.
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Brutal el cuento. Me gustó mucho como entrelazaste los hechos y palabras de los personajes al final en la carta, confieso que despertó un sentimiento en mí, de eso se tratan los relatos. ¡Bien!
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Gracias! En realidad, no es mi estilo pero este no estaba mal, lo desempolvé y rescaté de una gaveta oscura.
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Que bonita historia, muy interesante, felicitaciones siga adelante.
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Gracias!
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He quedado tonto. Sinceramente me afectó más de lo que esperaba, saludos @jcalero
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Gracias por leerme, realmente no pensé que este cuento gustara mucho, pero creí que merecía una oportunidad de salir de la gaveta.
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Que duro lidiar con una situacion asi. :( Saludos @jcalero
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Si claro, menos mal que es ficción.
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de verdad senti el cuento amigo muy bien estructurado todo y hermosas oraciones en el transcurrir del mismo, no entendia por que no miraba a la cara y bueno luego entendi, genial de verdad saludos amigo.
posd: (no coma tanta pizza)
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Gracias por leer, en realidad es un cuento viejo que no había publicado; cuando lo releí me di cuenta que ya no es mi estilo, pero ya que estaba por ahí decidí aprovecharlo y publicarlo. No me siento orgulloso de él, pero tampoco está tan mal (ahora me parece cursi).
Lo de la pizza, no quise hacerlo, ella me hablaba bajito diciendo "Vas a dejar que me pierda? Que me enfríe y me ponga dura? Cómeme... Por favor, cómeme..."
Tuve que hacerle caso.
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Me encanto tu cuento, felicitaciones
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Gracias, siempre bienvenida!
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Muy buena tu historia hermano, se ve que le pusiste corazón, muy emotico, sigue así, saludos, un abrazo y mucho éxito para ti.
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Gracias bro!
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Despertaste sentimientos en mí pues se me dificulta ser objetiva con el tema de la maternidad, saludos @jcalero
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Es un tema sensible, de eso no hay duda, gracias por leer!
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Me siento identificada con grandes partes de este cuento de manera muy sorpresiva y destrozante xD ¡qué curioso!
¡Saludos!
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Oye si que es curioso, gracias por leer!
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