El viaje en el tiempo en Venezuela: yo siempre fui chavista crítico (y la reconciliación que viene)

in cervantes •  7 years ago 

Tu tío/a chavista, esa figura retórica con la que generalizo a tu ser querido que defendía a rabiar al gobierno de Chavez y con quien juntos arruinaron cumpleaños, Navidades e incluso funerales por sus discusiones sobre política, ahora te dice que siempre fue crítico y peor aún, que tú lo sabías. La indignación que te trajo su uso de la neolengua del poder, repitiendo lemas, medias verdades y reinterpretaciones históricas, montajes y falsedades mil veces repetidas, ahora tiene la nueva cara del emigrante chavista o del que se queda diciendo que Chávez habría hecho todo distinto "porque esto no se aguanta".

Ya no vale la pena decir "te lo dije". Porque cuando expropiaron, censuraron y justificaron brincarse la ley por la revolución o por "el momento histórico", muchas fueron las voces que advirtieron estos excesos y desviaciones, que como también pasó en otras latitudes revolucionarias donde los libertadores mutaron en cínicos burócratas con sobrepeso, se devuelve la medida abusiva al oprimido que aseguraban liberar. Ahora era él quien recibía el remoquete que usó contra otros: guarimbero, vendido, traidor, apátrida.

Así alineado con lo que ahora conocemos como la post-verdad, tu familiar, vecino o amigo de ideología divergente que solía ser explicada si es de tercera edad en su pasado ñángara -como se le denomina en Venezuela a quienes eran militantes de la izquierda en la década de los 70-, omite entonces todas las veces que citó las tesis oficiales lanzadas a través de Venezolana de Televisión, que incluso borraban la misma historia que había vivido o que reivindicaba por las lecturas que recomendaba había hecho pero nadie más pudo haberlas hecho o vivido sin llegar a la única conclusión válida. Entonces viajó en el tiempo, se hizo crítico -casi rayando en ser desde siempre de Marea Socialista o del MEP originario- y previó que esto podría pasar, que la revolución se desviaría, que estos tipos "traicionaron el legado". De nuevo, asegurando que "siempre lo dije".

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Porque no sueltan, son quienes creen que con Chávez nada de esto no habría sucedido y que vivíamos bien: que la censura y las amenazas eran perdonables por la repartición de petrodólares, la revancha que ajusticiaba a los ricos y que lo cambiaba todo porque antes de 1998 esto "ya no se aguantaba". Pero que la oposición es aún más culpable aún. Es difícil sacudirse la propaganda.

Así como los papás y los abuelos que muchas veces dijeron "este país ya se jodió". Durante 50 años hemos escuchado estos lugares comunes. En el país de la virosis "que están dando ahora", de los mitos de las agujas con VIH en los asientos del cine, de quienes te enviaban el repetido correo electrónico que amenazaba con que Hotmail iba a dejar de ser gratis "porque uno nunca sabe" y ahora pasan cadenas de Whatsapp "la envío como me llegó", es más fácil hacerse del pensamiento construido en forma de "frases cohetes" como la guerra económica y el sabotaje golpista. Alimentar el doble pensar, en el país de los autobuses cuánticos.

Y lo hacen no sólo porque ya no hay pollo en Mercal, resonancias gratuitas en los CDI y pagos de becas en las misiones educativas, sino por ese necesidad psicológica de anotarse a ganador, de no caer en la espiral del silencio de sentirse minoría. En la pirámide de Maslow se muestra que primero necesitamos comer, vestirnos, tener un techo, y esto se va elevando poco a poco hasta las necesidades psicológicas: pertenencia, asociación, valoración. Es sentirse parte de un grupo: ¿y porqué no de aquel donde uno pueda hablar con lugares comunes que ayuden a expresar esa sensación de cuerpo, de colectividad, de asamblea? El pueblo unido jamás será vencido, porque el ciudadano, en cambio, tiene que responsabilizarse, cumplir las leyes -mientras las modifica y mejora- y especialmente, buscar el cambio mediante la autosuperación.

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Así que quienes hoy dicen que "siempre fueron críticos" sin haberlo sido ni un ápice, ayer decían haber sido "siempre revolucionarios" cuando pudieron haber sido realmente adecos. Entonces sí, críticos, molestos con la burocracia, pensando que el país estaba mal y podía ser mejor, que esto era una cagada. De nuevo eran la mayoría, esperando a Mandrake, "el único que puede cambiar esto". Post-adecos devenidos en chavistas que defendían la utopía de ese nuevo mañana en el cual todas y todos cabíamos, en teoría, menos los malvados que nos habían traído hasta aquí o querían impedir la bondad absoluta de la revolución por defender sus groseros beneficios personales. Una traducción salvaje de la negación de la ciudadanía en pro del pueblo como masa guiada por el líder supremo salvador, Cristo-Bolívar-Chávez.

Son la versión civil de los generales de hoy que dicen que durante El Caracazo de 1989, estando en rangos menores, estaban de permiso, estudiando en Estados Unidos o con diarrea. Ellos no cometieron esos delitos de lesa humanidad... No fue su culpa, sino del imperio, de los traidores, de los adecos. Que les molestaba cómo se manejaban las Fuerzas Armadas pero no pelaron un viaje a La Orchilla, el Amazonas o Florida. Decían una cosa cierta, omitiendo su doble rasero. Como que un militar acusado de ser el principal responsable de la Masacre de Cantaura fue luego electo diputado a la Asamblea Nacional por el Partido Socialista Unido de Venezuela.

Así que quienes han mutado tanto, acomodándose a la mayoría gobernante, mañana serán lo que venga. Porque hoy aseguran ser parte del 80% que está contra el gobierno. Porque ya nadie exhibe el bigote hecho con cartón y un palito para las redes sociales asegurando que es un "chavista maduro". Hoy es inmigrante, está en el chavismo crítico o le lanza durísimo a unos y otros, también sintiendo que es mayoría.

Lo que debe dejarnos algo claro: olvidarse de ese sueño perverso de "verlos a todos muertos o en la cárcel", con vagas naranjas de cárceles estadounidenses y cientos de miles de juicios para incluso el que aplaudió cuando se expropió Agroisleña. La experiencias internacionales, desde el nazismo hasta el Chile tras Pinochet se enfocaron no sólo en la eficiencia de los recursos del Estado, el tiempo y personal involucrado en los tribunales especiales, sino también hay que decantarse por los jefes responsables, en quienes dieron las órdenes y crearon las políticas sistemáticas. Eso implica algunos tratos con quienes están más dispuestos a confesar, a rebajar sus penas, a lograr acuerdos, no siempre perfectos pero necesarios.

Eso pasa por establecer una escala de mínimos condenables. No es lo mismo haber colgado pancartas que negado atención médica a manifestantes detenidos, haber disparado que diseñar una política de uso de armas de fuego contra las protestas. Y además, también hay que reconstruir el país, reconciliarnos -con dolor pero como han hecho en Israel al reunir a hijos de jerarcas nazis con nietos de judíos que fueron ejecutados-, saber con exactitud lo que le sucedió a cada víctima, establecer una memoria histórica para ser enseñada a los niños y una memoria jurídica para que nunca más suceda, darles reparaciones que implican dinero pero también la verdad, que algunos perpetradores dispuestos pidan perdón y finalmente, hacer justicia que no implique ni impunidad ni venganza.

O al menos fue lo que aprendí después de hablar y escuchar a Christian Correa, un chileno que trabajó en la Secretaria contra la Tortura de Chile después de la caída de Pinochet, y hoy es uno de los expertos en el Instituto Internacional de Justicia Transicional. Recientemente vino a Venezuela, donde di un taller de bases de datos para ONG de Derechos Humanos y luego lo escuché disertar sobre el papel de la prensa y los medios. Hay que trabajar en el futuro desde ya, en la transición, en lo que viene. No nos puede agarrar desprevenido el cambio, cuando sea que llegue, con las manos en el aire, sin tener los documentos, los testimonios, los esfuerzos y los impulsos para lo que vendrá.
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Me quedo con la última parte de tu post... Es necesario y urgente que comencemos a trabajar en el futuro del país. Ya no tiene sentido que estemos con retaliaciones sobre en el pasado político de Venezuela y pensemos en la reconstrucción de este país.

Te confieso que le metí la ultima parte después de señor que había descargado demasiado, que hue una descarga casi odiosa y que los periodistas tenemos que ayudar en lo que vendrá, no alimentar resquemores. Gracias, colega.

Son los que mismos que nos dijeron que Vanessa Davies se estaba escualizando cuando la botaron de VTV por hacer una pregunta incomoda a Rafael Ramírez, y ahora nos dicen que siempre supieron que Rafael Ramírez era el tipo más corrupto de PDVSA y que había que sacarlo, y que qué bueno que por fin lo sacaron.

Ella fue la gran pitonisa. La que fue critica antes que los demás y según supe por colegas de su generación, estuvo dudosa antes de airearlo. Son los mismos de "Chávez no sabe, la culpa es de los ministros".