El estado tiene sus funciones específicas, lo que pude denominarse como funciones de fuerza, funciones de derecho y funciones de civilización.

Entendiéndose cada una de ellas en la forma siguiente:

Las funciones de fuerza, tiene por objeto la defensa del Estado contra los peligros exteriores, el mantenimiento del orden en el interior y la protección del individuo contra el abuso de sus semejantes.

Las funciones de derecho, las ejerce el Estado mediante la sanción de las leyes y la administración de la justicia.

Las funciones de civilización del Estado, tienen por finalidad proveer el bienestar común y el adelanto moral, intelectual, artístico, económico y social del pueblo.

Desde el punto de vista teórico, por qué el estado no debe perseguir fines de lucro en la presentación de los servicios que bajo diferentes clasificaciones presta al pueblo; sino más bien, su objetivo final debe ser satisfacer las necesidades colectivas. Desde ese punto de vista, no tiene lógica que la contabilidad del gobierno, existan cunetas que permitan registrar utilidades o pérdidas. Sin embargo, este razonamiento resulta en el presente un poco “cuesta arriba”, porque el Estado Venezolano ha modificado y ampliado sus funciones. De tal manera, que hoy por hoy, el gobierno venezolano participa en una serie de actividades que van desde almacenamiento y distribución de alimentos hasta la explotación de actividades mineras, metalmecánicas, petroleras y petroquímicas, pasando a competir con el sector privado con varios canales de televisión semicomercial, regentando hoteles turísticos, y en fin, disimiles actividades que colocan a nuestro Estado bajo el rango de empresario. Prestamista y coordinador de actividades artísticas y culturales.

Es cierto que el Estado, no debe perseguir el lucro en los servicios que presta a la comunidad, pero también es cierto, que el Estado debe buscar que sus inversiones en las sociedades mercantiles sean rentables, o que por lo menos esas empresas se autofinancien: de lo contrario, estaríamos en presencia de una deliberada actitud de despilfarro, cuya única finalidad seria competir con el sector privado de la economía, en actividades que no son , ni de fuerza ni de derecho y mucho menos de civilización.