No sé cuántas veces, habré pasado por la avenida, esa, incluso antes de ser lo que es actualmente, cuando solo era un transcurrir entre matojos jalonados de piedras y restos de obra atravesados por un puente peatonal que permitía el tránsito entre dos partes de la ciudad, al cual el mismo, fracturaba.
Ahora convertido en desértico boulevard, es atravesada por una avenida que descarga el tráfico de coches a las avenidas principales pero sobre todo, nos sirve de descargo a aquellos que habitamos la zona oeste, en cualquiera de su extensiones.
Normalmente como he dicho, la transito muchas veces, la gran mayoría andando, es cómoda aunque desértica y me permite acceder a múltiples destinos, sin grandes alteraciones de estado, se pueden seguir recorridos rectilíneos por la vastedad de sus aceras, tiene un pavimentado ajeno a ese blanco y rojo que destroza la visión en cuanto el sol repunta un poco, que en la ciudad que viene al caso, viene ser prácticamente de marzo a noviembre.
La primera vez, que los vi, o más bien, la primera vez que fui consciente de su presencia, no reparé mucho en ellos, más que nada, esperaba impaciente el cambio de color del semáforo que me indicase que podría cruzar en una relativa seguridad, iban muy abrigados a pesar de que las fechas no eran frías, estaban sentados en el el borde de unas jardineras que adornan la monolítica mansedumbre de la avenida. La sombra de los edificios cercanos, se cernía sobre ellos, así que supuse de forma distraída que pasaban mucho tiempo ahi, eso y el hecho de que comían de forma silente un paquete de pipas de esos de tamaño XXL que tanto se estilan ahora.
Las cáscaras yacían como cadáveres de pequeños invertebrados en una bolsa blanca de esas hechas de casi no material de marca indeterminada que suelen darte en cualquier bazar o tienda de alimentación. Al fin el semáforo, me permitió cruzar y la orondez de los traseros de la chavalería que se adivinaba a lo lejos, sesgó de forma inmediata como una marea de lava cualquier pensamiento que pudiera tener sobre los dos ancianos.
Los volví a ver, podría perfectamente haber pasado un mes, ahí seguían en su festival de pipas, esta vez venía por su lado de la avenida,al pasar no pude atrapar nada de la conversación, por lo demás entra dentro de lo lógico y normal, el ruido de los coches al pasar y el llevar los auriculares puestos de forma continua, no ayuda, está claro. Pero lo vi, no sabría decir qué, pero algo raro vi, un movimiento poco natural, un aire desconsolado, algo se agitó en el aire para aquietarse inmediatamente, como un lago después de tirar la piedra...
(Imagen obtenida de Pixabay.com)
That is so great. I am very grateful for that! Love it.
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Me encanta , me transporta a pasajes pasado. Gracias por compartir.
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